-¿Puedo
hacerte yo una pregunta ahora? -te interrumpe, y aunque al principio te
molesta, terminas asintiendo-. ¿Lo que hay en el salón... son libros?
¿Libros... reales?
Extrañado,
frunces el ceño.
-Claro, ¿qué
van a ser si no?
-¿Podemos ir a
verlos, por favor? -La emoción reluce en sus ojos,
La petición te
resulta tan extraña e inocente que respondes que sí. Abandonáis la cocina y,
cuando llegáis a la estancia principal, Fiara corre esquivando los sofás y la
mesa principal hasta una de las estanterías de la pared. Es tan inesperada su
reacción que te descubres con el puñal en la mano, aunque enseguida vuelves a
envainarlo en tu cinturón.
La chica
acaricia los cantos polvorientos de los libros con una delicadeza reverencial.
Sus labios se mueven casi imperceptiblemente mientras va leyendo en voz baja
los títulos de cada uno de ellos. La mayoría son enciclopedias antiguas,
tratados históricos de tiempos ya olvidados, atlas de tierras que tú siempre
has creído tan lejanas como si pertenecieran a mundos inventados...
-¿Puedo...?
-pregunta, señalando uno con el dedo.
-Eh... sí,
adelante -contestas, y ella lo libera de su hueco de la estantería.
Después camina
hasta la chimenea y se sienta delante del fuego con las piernas cruzadas bajo
la falda del vestido. Cuando abre la tapa, se levanta una nube de polvo que, a
la luz del fuego, te recuerda las partículas que se desprendían del vuelo de
las hadas que aparecían en los cuentos que Padre te leía de niño.
Hojea las
primeras páginas por encima, pero sobre todo se entretiene pasando las hojas
hacia delante y hacia atrás, con una sonrisa creciente en sus labios.
-¿También es
la primera vez que... ves un libro?
-Es la primera
vez que veo un libro de papel, sí. Había oído hablar de ellos, claro, pero no
existen allí de donde yo vengo.
-Pero sabes
leer.
Ella asiente.
-Utilizamos
dispositivos con pantallas que...
-¿Dispositivos?
-Sí, ¿no sabes
qué son? -te pregunta, tan extrañada como si le hubieras dicho que ignoras qué
es una nube-. Es raro que tu padre...
-Mi padre
prefirió enseñarme todo lo que necesitaba conocer a este lado del muro -la
interrumpes, ofuscado-. ¿Qué son esas cosas?
Si a Fiara le
molesta tu desplante, no lo demuestra. Medita unos instantes buscando la manera
de explicarse hasta que da con la solución.
-Son... como
espejos negros -responde-, Espejos mágicos que te permiten ver lo que desees.
Momentos del pasado, lugares lejanos, realidades inventadas... Puedes
comunicarte con quienes se encuentran a miles de kilómetros. Llevaba uno en mi
bolsa. Si quieres...
-No -la
detienes, asustado-. No es necesario.
Todo lo que
ella cuenta te parece imposible, como sacado de un cuento, fantasías idénticas
a las que aparecen en el...
Javier
Ruescas, Al Cruzar el Jardín
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