Aprovechando
que esta tarde vamos a ver el Harry Potter Tour Exhibition:
Se acercaba la Navidad. Una
mañana de mediados de diciembre Hogwarts se descubrió cubierto por dos metros
de nieve. El lago estaba sólidamente congelado y los gemelos Weasley fueron
castigados por hechizar varias bolas de nieve para que siguieran a Quirrell y
lo golpearan en la parte de atrás de su turbante. Las pocas lechuzas que habían
podido llegar a través del cielo tormentoso para dejar el correo tuvieron que
quedar al cuidado de Hagrid hasta recuperarse, antes de volar otra vez.
Todos estaban impacientes de que
empezaran las vacaciones. Mientras que la sala común de Gryffindor y el Gran
Comedor tenían las chimeneas encendidas, los pasillos, llenos de corrientes de
aire, se habían vuelto helados, y un viento cruel golpeaba las ventanas de las
aulas. Lo peor de todo eran las clases del profesor Snape, abajo en las
mazmorras, en donde la respiración subía como niebla y los hacía mantenerse lo
más cerca posible de sus calderos calientes (...)
El salón estaba espectacular.
Guirnaldas de muérdago y acebo colgaban de las paredes, y no menos de doce
árboles de Navidad estaban distribuidos por el lugar, algunos brillando con
pequeños carámbanos, otros con cientos de velas (...)
En la víspera de Navidad, Harry
se fue a la cama, deseoso de que llegara el día siguiente, pensando en toda la
diversión y comida que lo aguardaban, pero sin esperar ningún regalo. Cuando al
día siguiente se despertó temprano, lo primero que vio fue unos cuantos
paquetes a los pies de su cama.
—¡Feliz Navidad! —lo saludó
medio dormido Ron, mientras Harry saltaba de la cama y se ponía la bata.
—Para ti también —contestó
Harry—. ¡Mira esto! ¡Me han enviado regalos!
—¿Qué esperabas, nabos? —dijo
Ron, volviéndose hacia sus propios paquetes, que eran más numerosos que los de
Harry
Harry cogió el paquete que
estaba más arriba. Estaba envuelto en papel de embalar y tenía escrito: «Para
Harry de Hagrid». Contenía una flauta de madera, toscamente trabajada. Era
evidente que Hagrid la había hecho. Harry sopló y la flauta emitió un sonido
parecido al canto de la lechuza.
El segundo, muy pequeño,
contenía una nota.
«Recibimos tu mensaje y te
mandamos tu regalo de Navidad. De tío Vernon y tía Petunia.» Pegada a la nota
estaba una moneda de cincuenta peniques.
—Qué detalle —comentó Harry.
Ron estaba fascinado con los
cincuenta peniques.
—¡Qué raro! —dijo— ¡Qué forma!
¿Esto es dinero?
—Puedes quedarte con ella —dijo
Harry, riendo ante el placer de Ron—. Hagrid, mis tíos... ¿Quién me ha enviado
éste?
—Creo que sé de quién es ése
—dijo Ron, algo rojo y señalando un paquete deforme—. Mi madre. Le dije que
creías que nadie te regalaría nada y... oh, no —gruñó—, te ha hecho un jersey
Weasley.
Harry abrió el paquete y
encontró un jersey tejido a mano, grueso y color verde esmeralda, y una gran
caja de pastel de chocolate casero.
—Cada año nos teje un jersey
—dijo Ron, desenvolviendo su paquete— y el mío siempre es rojo oscuro.
—Es muy amable de parte de tu
madre —dijo Harry probando el pastel, que era delicioso.
El siguiente regalo también
tenía golosinas, una gran caja de ranas de chocolate, de parte de Hermione.
Le quedaba el último. Harry lo
cogió y notó que era muy ligero. Lo desenvolvió.
Algo fluido y de color gris
plateado se deslizó hacia el suelo y se quedó brillando. Ron bufó.
—Había oído hablar de esto —dijo
con voz ronca, dejando caer la caja de grageas de todos los sabores, regalo de
Hermione—. Si es lo que pienso, es algo verdaderamente raro y valioso.
—¿Qué es?
Harry cogió el género brillante
y plateado. El tocarlo producía una sensación extraña, como si fuera agua
convertida en tejido.
—Es una capa invisible —dijo
Ron, con una expresión de temor reverencial—. Estoy seguro... Pruébatela.
Harry se puso la capa sobre los
hombros y Ron lanzó un grito.
—¡Lo es! ¡Mira abajo!
Harry se miró los pies, pero ya
no estaban. Se dirigió al espejo. Efectivamente: su reflejo lo miraba, pero
sólo su cabeza suspendida en el aire, porque su cuerpo era totalmente
invisible. Se puso la capa sobre la cabeza y su imagen desapareció por
completo.
—¡Hay una nota! —dijo de pronto
Ron—. ¡Ha caído una nota!
Harry se quitó la capa y cogió
la nota. La caligrafía, fina y llena de curvas, era desconocida para él. Decía:
Tu padre dejó esto en mi poder
antes de morir. Ya es tiempo de que te sea devuelto. Utilízalo bien.
Una muy Feliz Navidad para ti.
J. K. Rowling, Harry Potter y la
Piedra Filosofal
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