Esta
mañana, en el Día de Actividades Extraescolares, hemos convocado como otros
años un concurso de tartas. Pero… había una pequeña diferencia con respecto a
otros años, tenían que ser tartas con motivos literarios.
Y
nuestros alumnos, como siempre, nos han sorprendido: han hecho más de las que esperábamos,
y algunas de ellas, la verdad, muy trabajadas. Ha sido tal la sorpresa, que
hemos decidido dar un pequeño obsequio a todos los participantes y establecer
varios premios.
¿Adivináis
cuáles han ganado?
Alguna
estaban tan apetitosas que me gustaría conocer la receta. Y eso me recuerda un
fragmento, al comienzo, de Caperucita en Manhattan de Carmen Martín Gaite:
Su madre, la señora Vivian
Allen, se dedicaba por las mañanas a cuidar ancianos en un hospital de ladrillo
rojo rodeado por una verja de hierro. Cuando volvía a casa, se lavaba
cuidadosamente las manos, porque siempre le olían un poco a medicina, y se
metía en la cocina a hacer tartas, que era la gran pasión de su vida.
La que mejor le salía era la de
fresa, una verdadera especialidad. Ella decía que la reservaba para las fiestas
solemnes, pero no era verdad, porque el placer que sentía al verla terminada era
tan grande que había acabado por convertirse en un vicio rutinario, y siempre
encontraba en el calendario o en sus propios recuerdos alguna fecha que
justificase aquella conmemoración. Tan orgullosa estaba la señora Allen de su tarta
de fresa que nunca le quiso dar la receta a ninguna vecina. Cuando no tenía más
remedio que hacerlo, porque le insistían mucho, cambiaba las cantidades de
harina o de azúcar para que a ellas les saliera seca y requemada.
—Cuando yo me muera —le decía a
Sara con un guiño malicioso—, dejaré dicho en mi testamento dónde guardo la receta
verdadera, para que tú le puedas hacer la tarta de fresa a tus hijos.
Carmen Martín Gaite, Caperucita en Manhattan
Así es como han terminado:
Y éste es el "ninot" que se ha salvado de la "quema":
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