Barro es mi
profesión y mi destino
que mancha con su
lengua cuanto lame.
Soy un triste
instrumento del camino.
Soy una lengua
dulcemente infame
a los pies que
idolatro desplegada.
El sábado pasado se cumplieron
75 años de la muerte de Miguel Hernández.
Para
conmemorar este hecho, en el IES Octavio Cuartero hemos montado en el hall del centro una
exposición con poemas del poeta alicantino y fotografías relacionadas con
ellos. También con algunos grupos, lo hemos estado trabajando esta semana,
viendo sus temas, como mostraba su dolor ante la muerte de su amigo Ramón Sijé,
o el amor a Josefina , su mujer, o hacia ese hijo al que apenas llegó a conocer
y le dedica las Nanas de la Cebolla.
Veamos
algunos fragmentos de su obra pues
Vientos del pueblo
me llevan,
vientos del pueblo
me arrastran,
me esparcen el
corazón
y me aventan la
garganta.
Temprano levantó
la muerte el vuelo,
temprano madrugó
la madrugada,
temprano estás
rodando por el suelo.
No perdono a la
muerte enamorada,
no perdono a la
vida desatenta,
no perdono a la
tierra ni a la nada.
En mis manos
levanto una tormenta
de piedras, rayos
y hachas estridentes
sedienta de
catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la
tierra con los dientes,
quiero apartar la
tierra parte a parte
a dentelladas
secas y calientes.
Quiero minar la
tierra hasta encontrarte
y besarte la noble
calavera
Tus cartas son un
vino
que me trastorna y
son
el único alimento
para mi corazón.
Desde que estoy
ausente
no sé sino soñar,
igual que el mar
tu cuerpo,
amargo igual que
el mar.
Aunque bajo la
tierra
mi amante cuerpo
esté,
escríbeme, paloma,
que yo te
escribiré.
Cuando me falte sangre
con zumo de
clavel,
y encima de mis
huesos
de amor cuando
papel.
Cerca del agua te
quiero llevar
porque tu arrullo
trascienda del mar.
Cerca del agua te
quiero tener
porque te aliente
su vívido ser.
Cerca del agua te
quiero sentir
porque la espuma
te enseñe a reír.
Cerca del agua te
quiero, mujer,
ver, abarcar,
fecundar, conocer.
Cerca del agua
perdida del mar
que no se puede
perder ni encontrar.
He poblado tu
vientre de amor y sementera,
he prolongado el
eco de sangre a que respondo
y espero sobre el
surco como el arado espera:
he llegado hasta
el fondo.
Morena de altas
torres, alta luz y ojos altos,
esposa de, mi
piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos
crecen hacia mi dando saltos
de cierva
concebida.
Espejo de mi
carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la
muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te
quiero cercado por las balas,
ansiado por el
plomo.
Para el hijo será
la paz que estoy forjando.
Y al fin en un
océano de irremediables huesos
tu corazón y el
mío naufragarán, quedando
una mujer y un
hombre gastados por los besos.
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