Nos
encontramos en una Europa distópica, donde los combustibles fósiles han
desaparecido, donde hay multitud de microestados, cada uno con características
muy distintas y peculiares, que da lugar a distopías de diferente tipo, y el poder está manos de dos gobiernos coordinados, el Sistema Simpático,
capitalista y tecnológico, y el Parasimpático, ecologista y prosocial.
Nuestros
protagonistas son: Elliot, que ha vivido la mejor de las infancias. Libertad,
hamburguesas, bicicletas, walkie-talkies, videojuegos, helados nuevos cada
verano y una radio en la que suenan los mejores temazos de la historia. Sin
embargo, existe la posibilidad de que esa vida idílica no sea tan auténtica
como él ha creído. Verbena, una bruja entrenada desde la cuna para combatir a
las empresas e instituciones que destruyen el planeta. Su sociedad,
exclusivamente femenina, se enorgullece de vivir en armonía completa con la
naturaleza, y para ello han aprendido a alimentarse de todo tipo de plantas
silvestres, convirtiéndose en criaturas del bosque.
Ambos
tendrán que subir a un fastuoso tren hotel, que recorre los lugares más
codiciados de Europa por los turistas para intentar convencer o detener a
Raner, el diseñador de un nuevo parque de atracciones, pues creen que tras este
proyecto una gran corporación planea atentar contra una gran parte de la
población. Lo malo es que no saben quién es el diseñador, pues hay siete
jóvenes parecidos que tienen la misma identidad para ocultar al real;
aparte, la pobre Verbena tiene que mezclarse entre las acompañantes (prostitutas
de lujo). Y por si fuera poco, otra persona comienza a matar a los falsos
Rainers.
Sofía
Rhei va alternando en cada capítulo el punto de vista de cada
personaje, y en seguida encontramos pequeños detalles que nos llaman la
atención. Elliot vive en un lugar muy parecido a los años 80 de los Estados
Unidos, que hemos visto en las comedias de televisión de la época (el comienzo
con Elliot en la bicicleta por la noche me ha hecho recordar a E.T.). Verbena
es radicalmente ecologista y feminista, en una sociedad donde solo hay mujeres,
con un lenguaje basado en palabras de género femenino. Encontramos personajes
memorables entre los secundarios: Segismundo, que sólo habla en verso; Roxana,
esa acompañante siempre rodeada de drones, que tanto encandila al joven Elliot,
y que nos depara más de una sorpresa.
A
lo largo de las páginas de la novela, vamos a encontrar mucha crítica,
soterrada y abierta: ecología, la crítica anticapitalista, el feminismo, los
avances tecnológicos… Todo ello con un sentido de humor que no nos abandona
desde la primera página.
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