¿Veis el camino bacheado que discurre
semihundido entre los trigales?
¡Ahí fue donde se emplazaron los cañones
que abatieron a la flota de Felipe II!
¿Veis cómo trasiega nuestro pequeño molino,
movido por las aguas del riachuelo?
Viene moliendo el grano y pagando impuestos
desde los tiempos del Domesday.
¿Veis esos mudos robledales,
y las peligrosas zanjas que los flanquean?
En ellos fueron vencidos los sajones
el mismo día en que Harold pereció.
¿Veis las planicies ventosas que se extienden
por las puertas de Rye?
Hacia ellas huyeron los hombres del Norte
cuando divisaron las naves de Alfredo.
¿Veis los anchos y solitarios pastos,
en donde pasta el buey rojo?
Allí se alzó una ciudad poblada y conocida
antes de que Londres contase con una sola
casa.
¿Y veis, cuando la lluvia cesa, las ruinas
de túmulos, fosos y murallas?
¡Ese fue el campamento de una de las legiones
que César trajo navegando desde las Galias!
¿Y veis esas señales que van y vienen,
como sombras que se ciernen sobre las colinas?
¡Son las líneas que trazó el hombre
primitivo,
para defender sus mágicos poblados!
¡Caminos, campamentos y ciudades perdidas,
saladas marismas donde hoy brota el trigo!
¡Vieja paz, viejas artes guerreras, que al
cesar
dieron cuna a Inglaterra!
No es un lugar cualquiera,
ni sus aguas, ni sus bosques, ni sus aires.
Es la Isla de Merlín, la de Gramarye,
hacia donde tú y yo nos dirigiremos.
Rudyard Kiplin, Puck de la colina Pook
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