Niños,
si os atrevéis a pensar en la grandeza, la rareza, la demasía, la escasez de
este precioso, único e infinito mundo en el cual decís habitar, pensad en cosas
así: bloques de pizarra circundando manchas rojas y verdes, circundando redes
amarilloleonadas, circundando blancas y negras superficies de dominó donde un
pulcro paquete de papel marrón te invita a que desates el cordel.
En el paquete una pequeña isla, en la isla un gran árbol, en el
árbol una fruta cascaruda.
Arranca la corteza y hiende la piel: en la semilla verás bloques
de pizarra circundados por manchas rojas y verdes, circundadas por redes amarilloleonadas, circundadas por blancas y
negras superficies de dominó, donde el mismo paquete de papel marrón.
¡Niños, no toquéis el cordel!
Quien se atreve a desatar el paquete se encuentra de súbito dentro
de él, en la isla, en la fruta, bloques de pizarra rodeando su cabeza, se
encuentra circundado por manchas verdes y rojas, circundado por redes
amarilloleonadas, circundado por negras y blancas superficies de dominó, con el
mismo paquete de papel aún sin abrir en sus rodillas.
Y si entonces te atreves a pensar en la escasez, la demasía, la
rareza, la grandeza de este infinito, único y precioso mundo en el cual dices habitar,
entonces desata el cordel.
Robert Graves
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