En el universo newtoniano, el viaje en el tiempo era una fantasía
inconcebible. Sin embargo, en determinadas condiciones, en el universo de
Einstein esta paradoja puede hacerse realidad. J. Richard Gott, astrofísico de
la Universidad de Princeton y uno de los más destacados investigadores de esta
materia, nos acompaña en un fascinante periplo hasta los límites más
sorprendentes de la imaginación y la ciencia: ¿qué haríamos si dispusiéramos de
una máquina del tiempo?, ¿nos lanzaríamos a un recorrido turístico por los
siglos futuros?, ¿podríamos regresar al pasado y alterar el curso de la
historia?
J. Richard Gott comienza describiendo cómo algunas obras clásicas
de ciencia-ficción —desde La máquina del tiempo de H.G. Wells hasta la serie
televisiva Star Trek— anticiparon, con gran agudeza, algunas propuestas de la
física contemporánea. Explica después que los viajes al futuro no sólo son
teóricamente posibles, sino que ya han sucedido en la realidad (lo demuestran
los astronautas que, de hecho envejecen menos que el resto de los humanos).
Pero quizá los más sorprendente de este libro, tan apasionante como riguroso,
radica en el hecho de que el estudio de los viajes en el tiempo puede aportar datos
para una nueva teoría sobre el origen del universo.
Veamos el comienzo del libro:
Ninguna propuesta de la ciencia-ficción ha fascinado tanto al ser
humano como la de los viajes en el tiempo. ¿Qué haríamos si dispusiéramos de
una máquina del tiempo? Podríamos ir al futuro y hacer un recorrido turístico
por el siglo XXXIII. Y también volver al presente con un remedio para el
cáncer.
Podríamos regresar al pasado y rescatar a un ser querido, o
asesinar a Hitler y evitar la segunda guerra mundial, o comprar un pasaje para
el Titanic y advertir a tiempo al capitán sobre los icebergs. Pero ¿y si el
capitán ignorase nuestro aviso, al igual que ignoró muchos otros, y el
transatlántico se hundiera a pesar de todo? En otras palabras, ¿el viaje en el
tiempo permite cambiar el pasado? La noción de viaje al pasado implica algunas
paradojas. ¿Qué pasaría si en un viaje al pasado matáramos accidentalmente a
nuestra abuela antes de que ésta diera a luz a nuestra madre?
Aunque fuera imposible alterar el pasado, viajar hasta él seguiría
resultando atractivo. Aunque no pudiéramos cambiar el curso conocido de la
historia, podríamos participar en él. Por ejemplo, sería posibleretroceder en
el tiempo y ayudar a los aliados a ganar la batalla de Midway en la segunda
guerra mundial. A muchos les gusta reproducir las batallas de la guerra de
Secesión; ¿qué sucedería si fuera posible participar realmente en una de ellas?
Si eligiéramos una batalla ganada por nuestro bando, participaríamos en la
apasionante experiencia con la tranquilidad de conocer el desenlace. Incluso
podría ocurrir que el curso de la batalla estuviera determinado por la
presencia de esos turistas procedentes del futuro. De hecho, hay quien afirma
que ciertos personajes históricos muy adelantados a su época, como Leonardo da
Vinci o Julio Verne, han sido viajeros del tiempo.
Si nos decidiéramos a viajar en el tiempo, podríamos elaborar un
increíble itinerario. Sería posible coincidir con figuras de la talla de Buda,
Mahoma o Moisés; podríamos comprobar el aspecto real de Cleopatra o asistir a
la primera representación del Hamlet shakespeariano, o bien colocarnos en
cierto montículo de Dallas y verificar personalmente si Oswald era el único
asesino. Podríamos presenciar el sermón de la montaña de Jesús (filmarlo,
incluso), o recorrer los jardines colgantes de Babilonia. Las posibilidades son
infinitas.
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