Merlín se sobresaltó al ver aparecer súbitamente una carita sucia
de detrás de una piedra.
-¿Quién demonios eres tú?
-Tom Rogers, señor -contestó el chico, tembloroso-. Vivo en el
pueblo, señor.
-Entonces, ¿qué haces aquí?
-Vengo a oír a los caballeros. Ya sabe, la víspera de San Juan.
-Ah. ¿Y los has oído?
-Claro. Estaban todos aquí. En carne y hueso -dijo el niño,
parpadeando-. Y usted en medio de ellos. -Esperaba una respuesta del anciano.
Al no haberla prosiguió, como intentando avivar la memoria de Merlín-: Ha
habido lucha, un tío que casi se desangra, hecho pedazos, y vuelve como si nada
a la vida, sin una señal... -Hablaba tan de prisa que tuvo que limpiarse la
saliva de la boca con la manga andrajosa- Y luego ha aparecido el castillo, el
castillo de verdad, se lo digo yo. Yo ya lo había visto, eso sí, pero nunca
como hoy, con el puente levadizo bajado y todos los caballeros saliendo a la
carga, debía de haber al menos un millón, todos con armadura... -Ladeó la
cabeza-. Usted lo ha visto, ¿verdad?
Merlín se echó a reír.
-Te aseguro que no sé de qué me hablas, mozo.
-Pero usted estaba ahí... usted...-Apartó la cara y se frotó los
ojos-. Ustedes los viejos nunca se acuerdan de nada -dijo lleno de desespero.
Merlín permaneció un momento en silencio.
-Entonces, ¿por qué no haces que nos acordemos? -dijo finalmente.
-¿Qué quiere decir eso? -preguntó el chico con aire beligerante.
-Bueno, pues lo escribes. Escribe todo lo que has visto acerca de
los caballeros y el castillo y el... maravilloso mago. Habla de ese muchacho
joven que sacó la espada de la piedra y empezó un nuevo mundo. Empieza por el
principio, presta atención a medida que te haces mayor y escríbelo. Escríbelo
todo, Tom.
El muchacho estaba pasmado.
-¿Que escriba? ¿Yo?
-¿Por qué no? Es un oficio respetable. No es igual que el de
bardo, por supuesto. Ésa sí que era una profesión gloriosa. Pero ya te hablaré
de eso otro día.
-¿Estará usted aquí cuando.vuelva a aparecer el castillo?
-No me sorprendería que así fuera.
El chico dio un paso atrás y se quedó mirándole. Lentamente, una
amplia sonrisa se formó en su rostro.
-Ése sí que era un mago encantador de verdad -dijo.
-Desde luego. ¿Ves?, se te dan bien las palabras. -El viejo se
puso en pie-. Ahora corre, chico, y practica. El rey necesitará un cronista.
-Y ¿eso qué es, señor?
-Pregunta -contestó Merlín dándole un empujón.
El chico rió y echó a correr, y su carcajada llenó el aire.
Poco a poco, la risa fue dando paso al sonido de los cascos de los
caballos, aquellos caballos fantasma que portaban a sus jinetes en la
interminable búsqueda de su rey. Llegaban como el trueno, galopando por el
prado y llenando con su presencia todos los lugares que el tiempo había
vaciado. Cabalgaban, como siempre en esta noche. Y, cuando hubieron pasado, se
hizo de nuevo el silencio, roto tan sólo por la lejana risa del niño.
Escríbelo todo, Tom, pensó Merlín. Será una buena historia. Una
historia encantadora de verdad.
Molly Cochran
y Warren Murphy, El Regreso del Rey Arturo
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