Gisbert nos cuenta cómo un escritor ávido de aventuras para sus novelas está paseando por
el puerto de Barcelona de pronto ve algo que llama su atención de una caja de
madera rota surge un autómata: el Gran Turco. Este hecho atrae con una fuerza
irrefrenable la atención del protagonista que decide seguir el camino del
androide. Así llega a una abandonada mansión del siglo XVIII llena de cajas
semejantes a la que él ha descubierto. Allí un extraño personaje lo toma por un
empleado y le ordena abrir las cajas y colocar los objetos que hay dentro de
ellas en un salón. Pronto se da cuenta de que todos los objetos que está
desembalando pertenecen a una extraña y extraordinaria colección. Los objetos
son depositarios de los grandes secretos de la humanidad y quien los toca
descubre que sus sentidos aumentan la percepción y se desbordan a la vez que la
persona que utiliza el objeto envejece con una vertiginosa rapidez pues estos
objetos consumen mucha energía.
Nuestro escritor reconoce que ha sido elegido por El Oráculo de la
Caracola para introducirse en un fantástico mundo de sueños y aventuras y
evitar con la ayuda de la hermosa y misteriosa Tulane que la colección caiga en
manos impostoras que puedan utilizar mal los poderes.
Como él mismo recordará más adelante, “Tiemblo al pensar que, de
no haber sido por un extraño y decisivo azar, tal vez nunca hubiese conocido la
existencia del museo más asombroso de todos los tiempos. Pasado ya un tiempo,
me doy cuenta de qué modo mi visión de la vida y mi vida misma son distintas
después de haber tenido acceso a algunos de sus extraordinarios secretos”.
PREMIO NACIONAL LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL 1985
PEMIO CERVANTES CHICO 1997
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