Cuatro años despues de
los hechos narrados en Madrid 1605, Eloy Cebrián retoma los personajes de Erasmo López de Mendoza y Pilar Esparza, quienes encuentran un nuevo manuscrito firmado por un Gonzalo de Cordoba ya anciano.
A través de la historia de Gonzalo,
contemplamos los últimos años de Cervantes; en este escenario veremos a viejos
y nuevos personajes: el librero Robles, Lope de Vega, Gongora, Quevedo… En sus
páginas descubrimos cómo Cervantes cambia los capítulos finales de la segunda
parte del Quijote, para contrarrestar la obra de Avellaneda (apasionante la
búsqueda del personaje que se oculta tras este pseudónimo); la relación que se
establece entre Cervantes y Shakespeare…
En la trama
contemporánea encontramos robos, secuestros, búsquedas de manuscritos… y
vuelven a aparecer nuestros villanos favoritos: Dolores (gloriosa su fuga de
Alcala Meco) Y Klemperer.
La novela se vuelve a
contruir con las dos tramas que se alternan, teniendo mucho cuidado con los
datos históricos y logrando que la ficción de la historia cervantina se ajuste
a ellos. Un lenguaje fluido y ágil, imitando perfectamente la lengua barroca en
sus episodios. Los personajes, bien construidos y definidos: un Erasmo realista
e irónico (por ejemplo, tras leer cierta novela que narra su primera aventura
quiere jugar con “los diminutos testículos de los autores”); una Pilar resuelta
y obcecada (¡cómo se la tiene jurada a Dolores!); Gonzalo y Lope,
demostrándonos que todos somos humanos; el bibliopata Kemplerer (poderoso
caballero es don Dinero)…
Hay muchos más
episodios de los que podríamos comentar largo y tendido; pero prefiero, como
Gonzalo, que seas tú, lector, quien los descubras. Solamente te pido una cosa:
recrea en tu imaginación ese otro final del Quijote ideado por Sansón Carrasco para
enfrentarse a los mayores magos encantadores y hechiceros.
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