La primera noche me dormí sobre la arena, a unas mil millas de
distancia del lugar habitado más próximo. Estaba más aislado que un náufrago en
una balsa en medio del océano. Imagínense, pues, mi sorpresa cuando al amanecer
me despertó una extraña vocecita que decía:
— ¡Por favor... píntame un cordero!
—¿Eh?
—¡Píntame un cordero!
Me puse en pie de un salto como herido por el rayo. Me froté los
ojos. Miré a mi alrededor. Vi a un extraordinario muchachito que me miraba
gravemente. Ahí tienen el mejor retrato que más tarde logré hacer de él, aunque
mi dibujo, ciertamente es menos encantador que el modelo. Pero no es mía la
culpa. Las personas mayores me desanimaron de mi carrera de pintor a la edad de
seis años y no había aprendido a dibujar otra cosa que boas cerradas y boas
abiertas.
Miré, pues, aquella aparición con los ojos redondos de admiración.
No hay que olvidar que me encontraba a unas mil millas de distancia del lugar
habitado más próximo. Y ahora bien, el muchachito no me parecía ni perdido, ni
muerto de cansancio, de hambre, de sed o de miedo. No tenía en absoluto la apariencia
de un niño perdido en el desierto, a mil millas de distancia del lugar habitado
más próximo. Cuando logré, por fin, articular palabra, le dije:
— Pero… ¿qué haces tú por aquí?
Y él respondió entonces, suavemente, como algo muy importante:
—¡Por favor… píntame un cordero!
Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible
desobedecer. Por absurdo que aquello me pareciera, a mil millas de distancia de
todo lugar habitado y en peligro de muerte, saqué de mi bolsillo una hoja de
papel y una pluma fuente. Recordé que yo había estudiado especialmente
geografía, historia, cálculo y gramática y le dije al muchachito (ya un poco
malhumorado), que no sabía dibujar.
—¡No importa —me respondió—, píntame un cordero!
Como nunca había dibujado un cordero, rehice para él uno de los
dos únicos dibujos que yo era capaz de realizar: el de la serpiente boa
cerrada. Y quedé estupefacto cuando oí decir al hombrecito:
— ¡No, no! Yo no quiero un elefante en una serpiente. La serpiente
es muy peligrosa y el elefante ocupa mucho sitio. En mi tierra es todo muy
pequeño. Necesito un cordero. Píntame un cordero.
Dibujé un cordero. Lo miró atentamente y dijo:
—¡No! Este está ya muy enfermo. Haz otro.
Volví a dibujar.
Mi amigo sonrió dulcemente, con indulgencia.
—¿Ves? Esto no es un cordero, es un carnero. Tiene Cuernos…
Rehice nuevamente mi dibujo: fue rechazado igual que los
anteriores.
—Este es demasiado viejo. Quiero un cordero que viva mucho tiempo.
Falto ya de paciencia y deseoso de comenzar a desmontar el motor,
garrapateé rápidamente este dibujo, se lo enseñé, y le agregué:
—Esta es la caja. El cordero que quieres está adentro. Con gran
sorpresa mía el rostro de mi joven juez se iluminó:
—¡Así es como yo lo quería! ¿Crees que sea necesario mucha hierba
para este cordero?
—¿Por qué?
—Porque en mi tierra es todo tan pequeño…
Se inclinó hacia el dibujo y exclamó:
—¡Bueno, no tan pequeño…! Está dormido…
Y así fue como conocí al principito.
El principito es una novela
corta y la obra más famosa del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, ilustrada
con acuarelas realizadas por el mismo autor.
En ella, un piloto se
encuentra perdido en el desierto del Sahara, despues de que su avión sufriera
una avería, pero, para su sorpresa, allí conoce a un pequeño príncipe
proveniente de otro planeta.
La historia tiene una
temática filosófica, donde se incluyen críticas sociales dirigidas a la
«extrañeza» con la que los adultos ven las cosas. Estas críticas a las cosas
«importantes» y al mundo de los adultos van apareciendo en el libro a lo largo
de la narración. A pesar de que es considerado un libro infantil por la forma
en la que se encuentra escrito, también posee observaciones profundas sobre la
vida y la naturaleza humana. Esto se puede ejemplificar con el encuentro entre
el principito y el zorro, quien le enseña el verdadero sentido de la amistad y
la esencia de las relaciones humanas; de hecho, la esencia misma del libro se
encuentra reflejada en el secreto que le obsequia el zorro al principito: «Solo
se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos».11 12 Asimismo,
otras temáticas principales son expresadas a través de frases del zorro, tales
como «Te haces responsable para siempre de lo que has domesticado» y «El tiempo
que perdiste con tu rosa hace que tu rosa sea tan importante».
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