domingo, 31 de enero de 2021

ANNABEL LEE


 

Sucedió hace muchos, muchos años,

en un reino junto al mar.

Allí vivía una doncella conocida

por el nombre de Annabel Lee;

y esa doncella no vivía con otro pensamiento

que el de amarme y que yo la amara.

 

Yo era un chiquillo y ella una chiquilla,

en aquel reino junto al mar:

Pero nos amábamos con un amor que era más que amor -

mi Annabel Lee y yo-.

Con un amor que los alados serafines del cielo

envidiaban de nosotros.

 

Y éste fue el motivo por el que, hace mucho tiempo,

en aquel reino junto al mar,

un viento llegó desde una nube, helando

a mi hermosa Annabel Lee;

entonces vino aquel hidalgo pariente suyo

y la apartó de mi lado,

para encerrarla en un sepulcro

en aquel reino junto al mar.

 

Los ángeles que no eran tan felices en el cielo,

nos tenían envidia

-¡Sí! -éste fue el motivo (como toda la gente sabe,

en aquel reino junto al mar)

para que el viento viniera por la noche desde la nube,

helando y matando a mi Annabel Lee.

 

Pero nuestro amor era mucho más fuerte que el amor

de aquellos que eran más viejos que nosotros

-de muchos que sabían más que nosotros-

y ni siquiera los ángeles allá arriba en el cielo,

ni los demonios en las profundidades del mar,

podrán nunca separar mi alma del alma

de la hermosa Annabel Lee.

 

Jamás brilla la luna, sin que yo sueñe

con la hermosa Annabel Lee;

jamás salen las estrellas, sin que yo sienta los brillantes ojos

de la hermosa Annabel Lee;

y así, durante toda la noche, permanezco tendido al lado

de mi querida, mi querida, mi vida y mi novia,

allá en el sepulcro junto al mar;

en su tumba junto al mar sonoro.

Edgar  Allan Poe

 

Aquí tenéis el poema en inglés:

 

It was many and many a year ago,

In a kingdom by the sea,

That a maiden there lived whom you may know

By the name of ANNABEL LEE;

And this maiden she lived with no other thought

Than to love and be loved by me.

 

I was a child and she was a child,

In this kingdom by the sea;

But we loved with a love that was more than love-

I and my Annabel Lee;

With a love that the winged seraphs of heaven

Coveted her and me.

 

And this was the reason that, long ago,

In this kingdom by the sea,

A wind blew out of a cloud, chilling

My beautiful Annabel Lee;

So that her highborn kinsman came

And bore her away from me,

To shut her up in a sepulchre

In this kingdom by the sea.

 

The angels, not half so happy in heaven,

Went envying her and me-

Yes!- that was the reason (as all men know,

In this kingdom by the sea)

That the wind came out of the cloud by night,

Chilling and killing my Annabel Lee.

 

But our love it was stronger by far than the love

Of those who were older than we-

Of many far wiser than we-

And neither the angels in heaven above,

Nor the demons down under the sea,

Can ever dissever my soul from the soul

Of the beautiful Annabel Lee.

 

For the moon never beams without bringing me dreams

Of the beautiful Annabel Lee;

And the stars never rise but I feel the bright eyes

Of the beautiful Annabel Lee;

And so, all the night-tide, I lie down by the side

Of my darling- my darling- my life and my bride,

In the sepulchre there by the sea,

In her tomb by the sounding sea.



viernes, 29 de enero de 2021

LA COSTA DE ALABASTRO

 


 Normandía, 1947.

La señorita Baudin, una enfermera que se dedica a enfermos terminales, llega a una mansión ruinosa en la costa normanda para cuidar de la joven Sophie Clairmont, una niña inteligente y un tanto especial, durante los últimos meses de su vida. La Segunda Guerra Mundial acaba de terminar y las huellas de la ocupación nazi son visibles por todas partes, pero no son solo los soldados alemanes los que todavía parecen rondar por Monjoie. La difunta madre de la niña, tan perfecta y querida, hace sentir su presencia en las vidas de todos. Y cuando la pragmática enfermera llegue para cuidar a Sophie irá descubriendo que el retraído señor Clairmont también está abrumado por sus propios fantasmas.

                Ha sido una grata sorpresa esta novela de Victoria Álvarez por la ambientación decadente, angustiosa y claustrofóbica que recrea y se va apoderando de los tres personajes de esta historia. Desde el comienzo, va haciendo que la tensión aumente en cada página hasta que llega la muerte esperada de Sophie, la niña, y, cuando ya se ha relajado esa tensión, llega esa doble desenlace que no nos esperamos. Los personajes se las traen; por una parte, la niña, que parece que juega a la ouija para comunicarse con su madre, pero pronto nos daremos cuenta que ella no maneja el vaso (lo que nos lleva a la temática de la casa encantada); por otra, los mayores, la enfermera y el padre, que ocultan sus propios secretos y fantasmas. Y además, la casa, Monjoie, que se está cayendo a pedazos, junto con un invierno duro, muy duro, son los otros protagonistas silenciosos de la novela.

                Y Victoria Álvarez consigue plenamente su objetivo, acercarnos al miedo, un miedo psicológico que poco a poco nos invade sin que nos demos cuenta con esos pequeños detalles que van conformando la atmósfera que rodea la historia: la desconfianza de los vecinos, el aislamiento de los vecinos, la casa desvencijada, Sophie con su ouija, los soldados alemanes que murieron ahí en un ataque aéreo, la madre muerta…

jueves, 28 de enero de 2021

¿SOLEDAD?

 


Volví a quedarme sola, oyendo la voz de mi madre en mi cabeza: me recriminaba que así me quedaría sola para siempre, que terminaría enferma de soledad y melancolía.

En realidad, no estaba sola. Para nada. Ella me obligaba a pasar horas interminables y aburridas en celebraciones y bailes en los que solo mantenía conversaciones monótonas. La mayoría con personas que se consideraban cultas porque un día vieron un libro por fuera y que no hacían más que burlarse de las desgracias ajenas. Y pensar que podría estar en casa, en mi vieja butaca, leyendo los pensamientos de las mentes más brillantes. Los hombres de mi vida ya estaban conmigo y yo disfrutaba de ellos en cada momento. A su lado resolvía crímenes con ayuda de la técnica para comparar huellas, que eran tan únicas en cada persona como los copos de nieve. Conquistaba ciudades ante las que construía un caballo de madera donde me escondía. Seguía discursos literarios, narraciones históricas, estudiaba a los seres humanos, su espíritu y el alma. Daba la vuelta al mundo en ochenta días, aprendía a construir aviones, inventaba una melodía, tramaba una guerra.

A mi madre le parecían tonterías. Bordar, esa sí era una actividad recomendable para una chica de mi posición.

Suspiré para mis adentros.

¿Quién había decidido que eso tenía que ser así?

Lin Rina, La biblioteca de los sueños imposibles

miércoles, 27 de enero de 2021

MI EJEMPLAR DEL PRINCIPITO

 

 

Robert abrió un cajón de un armario, desplazó algunas prendas y sacó el ejemplar.

-Aquí está... Ven, te lo enseñaré.

Los dos amigos se situaron sobre el borde de la cama, uno al lado del otro.

-¿Un libro? -dijo Isabelle, con cierta decepción.

-Si, es un libro prohibido. Nadie más que yo lo tiene en toda Francia.

-¿Un libro prohibido por los alemanes? ¿Por qué está prohibido?

-Lo escribió un piloto francés y cuenta la historia de un niño que vive solo en un asteroide... Un niño que se llama Principito. Mira, es este -dijo enseñándole la portada, donde se veía a un niño rubio sobre un pequeño asteroide.

-¿Principito? Me gusta... ¿Y qué hace?

-Ve cosas que nadie más ve, como lo que le pasa a la gente o... Fíjate en este dibujo: parece un sombrero, ¿verdad?, pero en realidad es una serpiente que se acaba de comer a un elefante...

Isabelle abrió los ojos al ver los dos dibujos.

-Vaaayaaa -musitó alargando mucho las sílabas, estaba impresionada-. Creía que los dibujos de Alicia en el País de las Maravillas eran los mejores, pero estos ganan.

-Hay más, mira, mira...

Robert iba pasando las hojas y mostrando los grabados que dejaron maravillada a Isabelle.

-Todos son de Saint-Exupéry -explicó Robert.

-¿Dónde está?

-Nadie sabe nada de él... Es un misterio... Solo se sabe que este libro está prohibido en Francia y en los países invadidos por Alemania... Dicen que el mismísimo Hitler ha mandado que lo quemen.

-¿Cómo habéis conseguido este?

-Es un secreto -alegó Robert-. He prometido que no se lo diría a nadie. Lo siento.

Santiago García Clairac, El Principito se Fue a la Guerra

martes, 26 de enero de 2021

LA VERSIÓN DE ERIC

  


Eric tiene 20 años, es trans y protagoniza la famosa serie Ángeles, que le ha lanzado a la fama. La madrugada del 13 de julio aparecen dos cadáveres, uno de ellos él de Rex, un compañero de reparto,  y Eric va a una comisaría de policia diciendo que cree que ha matado a alguien. Busca encubrir a su amiga Tania, que se ha visto envuelta en una secta, el Círculo, cuyos miembros asesinan a los que fueron sus acosadores. A medida que avanza la historia, pasado y presente se entrecruzan de tal forma que conocemos la infancia y la adolescencia de Eric, la relación con su familia y su amistad con Tania.

                Nando López nos presenta un trepidante thriller que nos atrapa desde la primera página, dónde pronto nos importará más conocer la infancia y la adolescencia de Eric, que saber los detalles del crimen, pues queremos saber lo que ha pasado antes. Lo que importa es conocer quién es Eric, cómo se reconoce a los nueve años al verse reflejado en un espejo tras ponerse una camisa de su padre, el mismo día que este se va de casa; cómo encuentra su verdadero nombre, el de Eric, y abandona el de Alicia; cómo cierra lo más íntimo de su personalidad ante psicólogos; como… Todo con un ritmo rápido, ágil, que mantiene el suspense del crimen

                Los personajes son reales, no responden a arquetipos: ese padre, que ha rehecho su vida y que en momentos puntuales, a espaldas de su madre, va a verlo; la madre, quien al principio cree que el problema es que sus altas capacidades no son reconocidas; su abuelo, quien siempre le ha aceptado tal y como es; Tania, a la que conoce en uno de sus ingresos en el hospital y lleva tiempo acosada por su físico y unas fotos subidas a la red; Julia, la psicóloga y vecina de su abuelo, quien le ayuda con su construcción social; Hugo, su representante, quien teme que el escandalo arrastre a Eric y se cancele la serie de éxito con las pérdidas económicas que conllevaría…   

                Se suceden temas cercanos a nuestros días, unos más evidentes que otros: la identidad de género; el acoso, donde la víctima puede olvidar y perdonar, o hundirse en el rencor llegando a la venganza; las relaciones familiares e interpersonales; la violencia;  la presión mediática…

                Y esos versos de Lorca, que marcan un antes y un después en la vida de Eric, acompañándonos en el relato:

Hoy siento sobre el pozo

profundo de mi pena

una herida en la sombra

que hace tiempo se abrió.

PREMIO GRAN ANGULAR 2020

lunes, 25 de enero de 2021

MUJERES Y MITOLOGÍA

 

          A lo largo de los siglos, la mitología ha sido fuente de inspiración para infinidad de autores. Muchos son los pensadores que han basado sus obras en ese imaginario que tanto marcó la civilización grecorromana. Ese conjunto de mitos de los que los griegos se valieron para explicar los fenómenos de la naturaleza y la evolución del ser humano, y que luego adoptaron e interpretaron los romanos, sirvió también para que se compusiera esta obra, Cartas de las heroínas, de Ovidio, un retrato sincero poco común de las mujeres de los grandes héroes que protagonizaron esos mitos.

El papel de la mujer en la mitología está fuertemente marcado por la misoginia que imperaba en su época. Si bien veneraban tanto a dioses como a diosas, que gozaban de una importancia similar, lo relevante es el aspecto ritual, lo sagrado, la divinidad. El pensamiento griego y romano se fundamenta en el mito como explicación de lo irracional, reflejado necesariamente en la sociedad, las instituciones, la vida cotidiana. Son los mitos un ejemplo de conducta que seguir o que no seguir. Por esta razón, los dioses y diosas presentaban muchos de los defectos y debilidades que definen al ser humano, y estos, obviamente, se veían representados en los actos que llevaban a cabo. Los griegos buscaban de esta manera comprender la vida y la condición humana a través de las historias de esos dioses en los que creían, en lugar de marcar una serie de pautas que obedecer como sucede en el caso de las religiones monoteístas.

Respecto a la situación de las mujeres en la antigua Grecia, por ley debían estar tuteladas por sus padres, sus maridos, o sus hijos o parientes en caso de ser viudas. Además, las características humanas asociadas a cada género determinaban sus vidas. El raciocinio se consideraba una cualidad masculina, mientras que el pecado y la impulsividad eran cosa de mujeres. A los hombres se los vinculaba con la guerra, la política y la cultura, mientras que la mujer estaba relegada a una posición dependiente: madre y esposa al servicio del héroe. Por ello, los hombres podían dedicarse a la política y al gobierno, y las mujeres no podían acceder a ningún puesto de responsabilidad ni ejercer el voto. Además, el maltrato era algo común y la mayoría de los mitos incluyen raptos, violaciones o mujeres repartidas como botín de guerra.

En el mito de la primera mujer, Pandora, nos encontramos una historia que habrá de repetirse a lo largo de los siglos: la mujer dibujada como la causante de todos los males de la tierra. ¿A quién se le ocurre abrir una caja para descubrir qué hay dentro? Pues a una mujer, por supuesto, por su carácter cotilla. Pero la curiosidad es una cualidad fundamental que permite a las personas convertirse en seres aprendientes y, a pesar de que esta característica se atribuya a la mujer de forma negativa, tenemos que estar orgullosas de la rebeldía y desobediencia con la que se nos ha dibujado desde el principio de los tiempos, persiguiendo siempre el conocimiento prohibido más allá de los dictados de otros.

Eva y Pandora son dos grandes ejemplos. La primera consiguió que echasen al hombre del paraíso en el que vivía sin preocupaciones, pudores, obligaciones ni quehaceres. ¿Podéis imaginar una vida más aburrida que esa? Pandora, sin embargo, era directamente un castigo. El dios de todos los dioses, Júpiter, la creó para castigar a Prometeo por robarles el fuego y entregárselo a los hombres. Dotaron a esta primera mujer de belleza, persuasión, gracia y habilidad manual. Pero también la cargaron con la mentira. Júpiter le entregó una caja que iba destinada a otro humano y Pandora no pudo resistir la tentación de averiguar qué había dentro... Así que la abrió, liberando todos los males que atormentan hoy a los hombres. Pandora no se quedó con la duda y su curiosidad y ganas de saber más la empujaron a destapar la caja. Es de sobra sabido que de los errores se aprende, y si se supone que el mundo le debe la capacidad de equivocarse a la primera figura femenina, pues qué suerte para el mundo que aparecieran las mujeres.

Con este panorama, no es raro que encontremos infinidad de historias entre los distintos autores griegos y romanos en los que las mujeres no gozan de un papel demasiado amable. Como, por ejemplo, en el mito de Circe, representada en la Odisea de Homero como una temible hechicera que convertía a los hombres en cerdos o era capaz de arrebatarles su hombría si caían en la tentación de compartir su cama.

No obstante, con el autor latino Ovidio y esta obra, Cartas de las heroínas, damos con un ejemplo de todo lo contrario, un caso en el que un hombre se pone en la piel de una mujer y le da voz desde un lugar más sincero, sensible y, sinceramente, más creíble que la sumisión resignada con la que gusta caracterizar a los personajes femeninos de los mitos (esto cuando no eran independientes, en cuyo caso eran tachadas de brujas malvadas).

En esta obra epistolar descubrimos a mujeres complacientes, rebeldes, abandonadas, desesperadas por amor, independientes y también crueles y vengativas. Las heroínas son las mujeres de los héroes, las que los esperan en casa mientras ellos corren infinidad de riesgos con el propósito de fijar su nombre en la historia, las que se enamoran de ellos y confían ciegamente en sus promesas, las que traicionan y castigan la deslealtad, o las que les salvan la vida para que estos se lo paguen abandonándolas.

Ovidio se pone en su lugar y desarrolla la respuesta que aquellas mujeres debieron de dar a los héroes en las dispares situaciones de cada vida. Nos presenta unas cartas ficticias que las heroínas les habrían enviado a sus maridos o amados si hubieran podido.

Publio Ovidio Nasón (43 a. C - 17 d. C) fue un poeta romano que estudió política, pero pronto abandonó su carrera para dedicarse por completo a la poesía. Ovidio introducía en sus obras los mitos de la cultura griega, adaptándolos a la sociedad romana de su época. Amó a muchas mujeres y se casó en tres ocasiones (con sus divorcios correspondientes de por medio). Esa experiencia en el amor le valió para escribir sus obras poéticas Amores y El arte de amar, considerado por algunos su obra maestra. En este poema didáctico, que completaban tres libros (o cantos) y que trata el amor y el erotismo, Ovidio incluye infinidad de consejos sobre relaciones amorosas en las que arroja algo de luz a los hombres sobre cómo conquistar a las mujeres, mantener vivo el amor o impedir que se les rompa el corazón.

Cuentan del autor que se esforzaba por comprender el pensamiento y el alma femeninos, y quizá por ello fue capaz de imaginar la manera más honesta en la que se expresarían estas heroínas para transmitir sus sentimientos a aquellos hombres que eran el motivo de sus desdichas. En estas cartas, Ovidio incluye ejemplos de las penurias por las que pasaron las heroínas, pero estas materializan su sufrimiento y escriben sus vivencias para dar su versión de la historia.

La mayoría de las mujeres que aparecen en esta obra son abandonadas y la tragedia está presente en casi todas las historias. Algunas reúnen el valor necesario para vengar sus traiciones, ya que no solo las han dejado en soledad, sino que sus maridos o amantes se han atribuido el mérito de sus acciones. Como en el caso de Medea, que era la sobrina de Circe y conocía la magia como ella, pero en vez de convertir a los hombres en animales utilizó sus poderes para hacer que Jasón y los famosos Argonautas triunfasen en sus aventuras, traicionando a su familia y desobedeciendo a su padre, del que tuvo que huir más tarde, para que después su amor la abandonase y se casase con otra mujer. Algunas versiones del mito cuentan que se vengó matando a la nueva esposa de Jasón para huir después con sus dos hijos, a los que mató para que Jasón quedara completamente solo. Tremenda Medea.

Otras, como Filis, deciden acabar con su propia vida. Ella elige suicidarse para poner fin a la amargura que le supone vivir sabiéndose utilizada y abandonada. Filis es capaz de mantener viva su esperanza, a través del autoconvencimiento y el autoengaño, inventando motivos por los que su amado sigue sin quererla bien, sin cumplir sus promesas, sin estar a su lado. ¿Cuántas mujeres tratan de convencerse de algo que no va bien? ¿Cuántas excusas nos hemos contado para defender un amor unilateral? El dolor provocado por los temidos golpes de realidad que acechan tras todas las mentiras es algo impasible al paso del tiempo. Y es que a lo largo de los siglos se han hecho, y siguen haciéndose hoy día, demasiadas atrocidades en nombre de lo que se cree que es amor.

Otras de las heroínas de esta gran obra no son traicionadas por sus maridos, pero tienen padres a los que no obedecer puede terminar en muerte. Como, por ejemplo, Cánace, a quien su padre obliga a suicidarse entregándole una daga, o Hipermestra, quien, por no cumplir la orden de matar a un marido con el que su progenitor le había obligado a casarse, es encarcelada. Esta última se defiende en su carta diciendo: «Prefiero estar presa a complacer a mi padre y manchar mis manos de sangre».

Y hay otras heroínas que entregan todo lo que tienen y cambian su vida por completo para recibir a cambio desprecio y solo desprecio. Como es el caso de Ariadna, que salvó la vida de Teseo enseñándole a salir del laberinto para que él la abandonase en una isla desierta. Su carta es la de una mujer sola, decepcionada y asustada, que se encuentra de repente en un lugar vacío sin saber si sobrevivirá, y le dedica a Teseo frases como esta: «Mis huesos quedarán insepultos a merced de las aves marinas. Tal sepulcro merece mi generosidad».

La mayoría de las obras que tratan estas historias no recogen los sentimientos, raciocinios o motivos de las mujeres, sino simplemente sus acciones. Parecen no interesar. Sin embargo, gracias a Ovidio, esos errores y defectos de la humanidad recogidos en los mitos reciben por fin la respuesta de las mujeres. En sus cartas, las heroínas tienen la oportunidad de explicarse.

Esta es, al fin y al cabo, otra versión de la historia. Una historia más justa.

Andrea Valbuena, prólogo a Cartas de las  heroínas

domingo, 24 de enero de 2021

T. S. ELIOT Y CATS


               Tras cerca de casi dos años de inactividad, la Biblioteca vuelve a abrir sus puertas.

               T. S. Eliot, poeta estadounidense e inglés, premio Nobel de Literatura, escribió durante la década de 1930 a sus ahijados varios poemas sobre gatos. Posteriormente reunió estos poemas en El libro de los gatos sensatos de la vieja zarigüeya. (Algo parecido a lo que hizo Tolkien con sus hijos en Cartas de Papá Noel).

La editorial Nórdica ha publicado estos poemas y los acompaña de las ilustraciones originales de Edward Gorey. Los quince poemas en castellano que integran el libro son versiones del escritor y poeta Juan Bonilla, y se incluye los poemas de T. S. Eliot en su versión original.

Lo curioso de estos poemas es que en ellos se basan las letras de las canciones del musical Cats, de Andrew Lloyd Weber, (sí, ese que este año pasado llevaron al cine)


Os dejo con algunos de estos poemas gatunos y el número correspondiente del musical:


CANCIÓN DE LOS MELIFLUOS

Salen de noche los gatos melifluos,

cuando sale uno luego salen todos,

la luna meliflua fulgiendo su brillo.

Melifluos, venid al Baile de Melifluos.

Los gatos melifluos son blancos y negros,

los gatos melifluos son muy diminutos,

los gatos melifluos siempre están contentos

y maúllan en dulces susurros.

Los gatos melifluos de rostro agradable,

los gatos melifluos, de negra mirada,

les gusta ensayar sus cantes y bailes

mientras a la meliflua luna aguardan.

Los gatos melifluos crecen lentamente,

los gatos melifluos nunca crecen tanto,

los gatos melifluos más bien son rollizos

y saben bailar el hip-hop y el tango.

Dedican el día a aseo y descanso,

se secan las patas con mucho cuidado,

lavan sus orejas hasta que en el cielo

asoma la luna meliflua brillando.

Los gatos melifluos son blancos y negros,

los gatos melifluos de poco tamaño,

los gatos melifluos, la luna en sus ojos,

los gatos melifluos brincando en sus zancos.

Siempre de mañana están sosegados,

por las tardes no hacen tarea ninguna,

reservan su terpsicórea energía

para bailar a la luz de la luna.

Los gatos melifluos son negros y blancos,

los gatos melifluos —repito— son chicos.

Si resulta que hay noche muy tormentosa

en el hall se ponen a dar unos brincos.

Pero si resulta que anda el sol brillando,

estate seguro, no se moverán:

descansan, se guardan para por la noche

con luna meliflua salir a bailar.


  

UNA GATA CHICLOSA

Me acabo de acordar de una gata chiclosa,

Jenny, con sus lunares, sus manchas de leopardo,

con sus rayas de tigre, y más vaga que un bardo,

todo el día tirada, ya sea sobre una losa,

o sobre un escalón,

sobre la alfombra, sobre un edredón,

tirada y estirándose tirada, no estoy de broma,

era una gata de goma…

Ahora bien, cuando se termine el día

y la casa se amuerme,

y toda la familia ya se duerme,

Jenny comienza entonces su faena,

se baja al sótano y compone una cadena

de ilícitos, solícitos ratones

a los que trata sin educación.

Los hace colocar en formación

y los adiestra con croché y canciones.

Jenny, con sus lunares, en toda la jornada se menea.

No hay otra igual, tirada junto a la chimenea,

o acurrucada en mi sombrero,

o puesta al sol sin dar ni golpe… Pero

cuando se acaba el día

y el trajín de la casa languidece,

entonces Jenny se incorpora y crece.

Un respiro no tienen los ratones

—su dieta irregular les da razones—

y para que no pierdan peso

ella asa y fríe sin parar un rato:

hace pastel-ratón —entre otros platos—,

prepara un gril con bacon y con queso.

Jenny, con sus lunares, qué gata tan chiclina,

hacía nudos marineros con la cuerda de la cortina

y junto a la ventana se estaba todo el día

sin dar ni golpe, pero en cuanto anochecía…

y el trajín de la casa va a acabar

Jenny se pone pronta a trabajar.

Ha decidido que las cucarachas

se pueden transformar en vivarachas

exploradoras y les da un argumento

para que no se paren ni un momento.

Con esa tropa forma un batallón.

Jenny ha hecho de los bichos su legión.

Termino ya por Jenny lanzando un triple hurra:

si las cosas funcionan es porque ella se lo curra.

 



       La mejor canción de este musical es sin duda Memory, pero no pertenece al libro que hemos comentado, sino que se inspira en el siguiente poema de T. S. Eliot

 

RAPSODIA DE UNA NOCHE DE VIENTO

Las doce.

A lo largo de los cauces de la calle

sostenidos en síntesis lunar,

susurrando encantamientos lunares,

se disuelven los suelos de la memoria

y todas sus claras relaciones,

sus divisiones y precisiones,

cada farol que dejo atrás

resuena como un tambor fatalista,

y a través de los espacios de lo oscuro

la medianoche sacude la memoria

como un loco agitando un geranio muerto.

La una y media,

el farol rociaba,

el farol mascullaba,

el farol decía: “Observa a esa mujer

que vacila hacia ti en la luz de la puerta

que se abre hacia ella como una mueca.

Ves que el borde de su vestido

está desgarrado y sucio de arena,

y ves que el rabillo del ojo

se le retuerce como un alfiler torcido”.

La memoria arroja y deja en seco

una multitud de cosas retorcidas;

una rama retorcida en la playa,

devorada, lisa, y pulida

como si el mundo rindiera

el secreto de su esqueleto,

rígido y blanco.

Un muelle roto en el solar de una fábrica,

óxido que se agarra a la forma que la fuerza ha dejado

dura y enroscada y dispuesta a dispararse.

Las dos y media.

El farol dijo:

“Observa al gato que se aplana en el arroyo,

saca la lengua furtiva

y devora un bocado de manteca rancia”.

Así la mano del niño, automática,

salió furtiva y se embolsó un juguete que corría por el muelle.

No vi nada tras los ojos de ese niño.

He visto ojos en la calle

tratando de escudriñar a través de postigos con luz,

y un cangrejo una tarde en un charco,

un viejo cangrejo con lapas en la espalda,

agarró el extremo de un palo que le tendí.

Las tres y media,

el farol espurreaba,

el farol mascullaba en lo oscuro.

El farol canturreaba:

“Observa la luna,

la lune ne garde aucune rancune,

guiña un débil ojo,

sonríe a los rincones.

Alisa el pelo de la hierba.

La luna ha perdido la memoria.

Una desvaída viruela le agrieta la cara,

su mano retuerce una rosa de papel,

que huele a polvo y agua de colonia.

Está sola

con todos los viejos olores nocturnos

que cruzan y cruzan por su cerebro”.

Viene la reminiscencia

de secos geranios sin sol

y polvo en grietas,

olores de castañas en las calles,

y olores femeninos en cuartos de ventanas cerradas,

y cigarrillos en pasillos

y olores de cócteles en bares.

El farol dijo:

“Las cuatro.

Aquí está el número en la puerta.

¡Memoria!

Tienes la llave,

la lamparilla extiende un círculo en la escalera, sube.

La cama está abierta: el cepillo de dientes cuelga en la pared,

deja los zapatos a la puerta, duerme, prepárate para la vida.”

El último retorcimiento del cuchillo.



PREMIO NOBEL DE LITERATURA 1948