Cervantes encendió el televisor y supo que sí, esta vez los habían
encontrado. En cuestión de días el ADN le delataría. La partida se había
acabado. Sonó el móvil.
Aceptó la llamada:
-Te echaré de menos.
-Siempre te quedará Cleopatra.
Will no era mal tipo pero era pésimo fingiendo ser humano. Aquel
bardo seguiría vagando mucho tiempo más por aquí mientras que él, una vez
certificados que esos huesos son los suyos, deberá desaparecer de entre los
vivos. Al principio Cervantes trató de vivir como un hombre de acción pero
¿para qué engañarse? fue leyendo y escribiendo cuando fue feliz. Durante un
tiempo siguió con lo del teatro -“El gran galeote” fue otra vez incomprendida-
y con Will hicieron buenas cosas -ese Capitán Ahab mitad Quijano mitad Lear-
hasta que las teleseries los separaron. Al inglés le iban más los culebrones de
matones y a él las sitcoms. Pero no dejaba de ser mala suerte que ahora que le
renovaban con True Detective, sus compatriotas, hayan encontrado los puñeteros
huesos.
Carlos Zanon
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