El día que
Oliver Marks termina su condena, Colborne, el detective que lo llevó a la
cárcel está esperándolo a la salida pues quiere saber la verdad, y Oliver
finalmente está listo para contársela.
Una década
atrás: en 1997, Oliver es uno de los siete actores-estudiantes del último curso
en el Conservatorio Clásico Dellecher, un lugar donde rige la cruda ambición y
la competencia feroz. Oliver y sus amigos, los siete supervivientes del último
curso, siempre rodeados de libros y palabras y poesía, todas las intensas
pasiones del mundo contenidas en cuero y papel vitela. llevan cuatro años
inmersos en Shakespeare, interpretando los mismos papeles arriba y abajo del
escenario: el héroe, el villano, el tirano, la seductora, la ingenua, los extras.
Viven tan inmersos en ese mundo, que muchas veces al hablar entre ellos recitan
los versos del bardo.
Pero en su
cuarto y último año, las rivalidades amistosas se vuelven desagradables, y en
la noche de estreno, la violencia real invade el mundo de fantasía de los
estudiantes. Por la mañana, los chicos de cuarto año deben enfrentar su propia
tragedia y su desafío actoral más difícil: convencerse unos a otros y a la
policía de que son inocentes.
M. L.
Rio nos va a sumergir en la vida de seis jóvenes, en sus sueños,
ambiciones, deseos, envidias, celos, etc…, sumergidos siempre en sus roles:
Oliver, nuestro protagonista y narrador, el compañero leal, que considera a sus
compañeros como su verdadera familia; James, el héroe, pero un héroe cansado
que aspira a otros papeles; Alexander, el villano, el suministrador oficial de
drogas; Meredith, la seductora pelirroja que lleva a todos de calle; Wren, que
es la ingenua; Filippa, la amiga leal, acostumbrada a travestirse porque los
buenos papeles femeninos escasean en
Shakespeare. A ellos hay que sumarles Richard, el tirano, o cualquier
otro personaje con el que se necesitara impresionar o asustar al público, que
será el muerto, pues muchos le odian por su ego y su temperamento.
Ellos
nos representarán varias de las obras de Shakespeare, con algunos montajes
espectaculares: Romeo y Julieta, en
medio de un baile de máscaras; Macbeth,
en esa representación nocturna a la orilla de un río; Julio César; El rey Lear. Nos iremos metiendo de tal modo en sus
vidas que no nos va a extrañar nada esa confesión que Oliver le hará a
Colborne, que para ellos subir a un escenario es una adicción, que no se
sienten vivos hasta que no representan su papel.
Leed
la novela; vale la pena.
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