Este poema fue publicado
anónimamente por primera vez el 23 de diciembre de 1823. Es responsable
de la imagen que se tiene de Papá Noel (o san Nicolás o Santa Claus) desde
mediados del siglo XIX hasta la actualidad. En él se describe su aspecto
físico, su vestido rojo, la noche de su visita, el trineo que utiliza, el número y nombre de los
renos y el dejar los regalos en las medias o calctines.
Era
la noche de Navidad, un poco antes de las doce,
A
la hora en que todo está en calma, hasta los ratones.
Habíamos
colgado nuestras medias en la chimenea,
Para
que San Nicolás las encontrara cuando llegara.
Acurrucados
y abrigados bajo las sábanas,
Los
niños, juiciosos, estaban durmiéndose.
Mi
mamá y yo, con nuestra ropa de dormir,
Acabábamos
de apagar la vela,
Cuando
afuera, un ruido de campana,
Me
hizo salir rápidamente de la cama.
Fugaz
como una flecha hacia la ventana,
Escruté
la inmensidad del cielo estrellado.
Sobre
la nieve, la luna brillante,
Iluminaba
la noche como si fuese el día.
Abrí
mis ojos, y aparecieron a lo lejos
Un
trineo y ocho renos no más grandes que una mano,
Dirigidos
por un pequeño y alegre personaje:
Era
San Nicolás, yo lo sabía.
Sus
corceles volaban como si tuvieran alas.
Y
les cantaba, con el fin de animarlos:
«
¡Vamos, Tornado! ¡Vamos, Bailarín! ¡Vamos, Furia y Vestido!
¡En
Cometa y Cupido! ¡Vamos Relámpago y Trueno!
¡Directo
a ese porche, hacia ese muro!
¡Vamos,
vamos, mis amigos! ¡Al triple galope!”.
Similares
a las hojas muertas, llevadas por el viento,
Que
suben hacia el cielo para superar los obstáculos,
Los
renos volaron hasta mi cabeza,
Con
el trineo, los juguetes y San Nicolás.
Poco
después oí sobre el techo resonar algo,
El
pisoteo fogoso de sus pequeños zuecos,
La
ventana estaba cerrada, y me volteé
En
el preciso momento en que San Nicolás salía de la chimenea.
Su
abrigo de piel, sus botas y su gorro
Estaban
un poco sucios por la ceniza y el hollín.
Sobre
su hombro, un saco lleno de juguetes
Le
daba la apariencia de un extraño vendedor.
Tenía
los cachetes rosados, unos hoyuelos encantadores,
Una
nariz como una cereza y unos ojos brillantes.
Una
boca pequeña que sonreía todo el tiempo,
Y
una barba larga de un blanco muy puro.
De
su pipa iluminada y atrancada entre sus dientes,
Subían
en torbellino volutas de humo.
Tenía
el rostro alegre, y su vientre redondo
Saltaba
cuando reía, como un pequeño balón.
Era
tan regordete, tan cachetón, este travieso duende,
Que
no pude aguantar la risa, ni tapándome con la mano.
Pero
con un guiño de ojo y una señal de la cabeza,
Me
hizo comprender que yo no corría ningún peligro.
Luego
sin decir una palabra, pues él tenía afán,
Se
apresuró a llenar las medias, hasta el fondo,
Y
se despidió poniéndose el dedo en la punta de la nariz,
Antes
de desaparecer en la chimenea.
Oí
el silbido de su tripulación,
Juntos
se fueron como una pluma en el viento.
Antes
de desaparecer, San Nicolás gritó:
“Feliz
Navidad y feliz Noche Buena para todos”
Clement C.
Moore
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