Se queda inmóvil en la media oscuridad de las ascuas. Se siente a gusto,
tibia en la piel y en paz por dentro. Siente que es un momento mágico.
Observa los rescoldos en el hogar de piedra. Sigue con mucha
fuerza esa sensación de que acaba de ocurrir algo que roza lo mágico. Le avisa
de ello un algo que flota ahora en la atmósfera de la cabaña. Un algo
inaprensible y que no sabría definir.
Se echa sobre el cuerpo el manto de rombos. Recoge con sigilo
cetra y espada en vaina. Olisquea el aroma a leña quemada. ¿Qué magia extraña
impregna el aire?
Se acerca de puntillas a la puerta. Alza con sumo cuidado la
tranca y abre una rendija. Lo justo para escabullirse por ella sin robar calor
a la estancia. Y se queda en el umbral, maravillada.
Todavía hay luz. Debe de ser media tarde. Una tarde gris y blanca.
Gris por las nubes. Blanca porque el suelo y las copas de los árboles están
cubiertos de nieve. Caen copos gruesos en abundancia. Una nevada copiosa,
mansa. El aire está muy quieto. Tal vez ha sido el susurro de los copos al caer
el que ha despertado en ella esa sensación íntima de presencia de la magia.
Nieva.
Claudia Hafhwyfar jamás en su vida había visto nevar. Sí que la ha
divisado a veces en la lejanía, resplandeciendo al sol en lo alto de las
montañas. Pero nunca la tuvo como ahora al alcance de los dedos. Nunca la vio
caer.
Sale arrobada como una niña, envuelta solo en su manto, con las
armas en la mano izquierda. Las plantas de sus pies hollan la nieve. La
sensación es gélida, pero a ella nunca le dio miedo el frío.
Avanza unos pasos. La nieve recruje bajo sus pies. Se para en
mitad de la nevada. Caen los copos despacio, hace menos frío que antes y la
atmósfera es tan serena… Alarga la diestra. Aterriza un copo en su mano
abierta. Observa cómo se derrite al calor de su palma y se convierte en una
gotita de agua.
Se le ocurre que tal vez así ocurra con las vidas de una persona.
Ser agua, ser vapor para convertirse después en nieve, volver a ser agua que
retorna al mar. Cierra la mano. Piensa en su abuelo, luego en el hombre que
duerme dentro de la cabaña. Está en paz, ahora todo está bien.
León Arsenal,
Última Roma
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