“¿Lo hizo o no
lo hizo?” Una pregunta casi inevitable. ¿Leía Marilyn Monroe, símbolo sexual
del siglo XX, el Ulises de James Joyce, un icono de la intelectualidad del
siglo XX y el libro que muchos consideran como la mayor creación de la
narrativa moderna, o sólo estaba fingiéndolo? Porque, como surge sin lugar a dudas
de otras imágenes de la misma sesión fotográfica, es Ulises el libro que la
rubia Marilyn tiene entre sus manos.
El profesor de
literatura Richard Brown quiso conocer la respuesta y treinta años después de
la sesión escribió a la fotógrafa, convencido de que ella despejaría la incógnita.
Eve Arnold le contestó enseguida que al ir a ver en ese entonces a Marilyn se
la había encontrado ya concentrada en el libro de Joyce. La actriz le había
confiado que le gustaba el estilo de la novela y que la leería en voz alta para
comprenderla mejor, pero que eso implicaba un arduo trabajo. Cuando las dos
mujeres se detuvieron en el sitio convenido para realizar las fotografías,
Marilyn leía el Ulises mientras Eve Arnold cargaba su cámara. Y así la había
fotografiado. No necesitamos seguir al profesor Brown en sus elucubraciones
cuando imagina que Marilyn prosiguió su lectura de la novela, se inscribió en
una universidad y entró en contacto con el círculo de especialistas de Joyce,
después de lo cual habría abandonado su vida de actriz de cine y de modelo para
terminar como profesora universitaria retirada que mira retrospectivamente los
días de su agitada juventud.
Pero podemos adherirnos al profesor Brown cuando recomienda leer el Ulises como lo hizo Marilyn: no respetando el orden de los capítulos ni leyendo de la primera a la última página, sino hacerlo por episodios, abriendo de vez en cuando el libro en diferentes sitios y leyendo pequeños pasajes. Podríamos tal vez llamar a este desordenado método de lectura el método Marilyn. En cualquier caso, el profesor Brown lo recomienda a sus alumnos.
Stefan Bollmann, Las mujeres, que
leen, son peligrosas
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