miércoles, 11 de agosto de 2021

¡NOS VAMOS!

 


Tristán metió la nevera llena de hielo y bebidas en la furgoneta, colocó su maleta verde lima al fondo y ajustó por tercera vez las dos sombrillas que su madre le había obligado a llevarse.

—Mamá, de verdad, no hacen falta.

—A saber dónde acabáis… Al menos, que no os queméis. Te he puesto también crema de sol, échate siempre.

—Que sí, mamá. Me voy ya. Y papá, ¿por qué no baja?

—Está en la piscina —dijo sin mucho ánimo—. Creo que no se atreve a decirte ni adiós. Está bien fastidiado.

Tristán cerró la furgoneta y subió las escaleras que desde el garaje llevaban al jardín. Antonio estaba sentado, con la mirada perdida en la piscina, la cara seria y acariciándose la barbilla.

—Papá —dijo poniéndole la mano en el hombro—, me voy ya.

—Hijo… —suspiró sin mirarle—, de veras que lo siento…, y no sabes cuánto me avergüenzo.

—Si me explicaras mejor lo que pasó, tal vez podría ayudarte.

—No, hijo. Esto es cosa mía y ya no se puede hacer nada. Tú diviértete, que es lo que tienes que hacer. En fin —dijo poniéndose en pie—, pasadlo muy bien. Saluda a Luis y a Guille de mi parte. Son buenos chicos, los tres lo sois.

Tristán le abrazó con ternura.

—Se lo diré.

—Aún no entiendo cómo podíais trabajar de día, salir de noche… —recordó Antonio con una sonrisa—, volver a trabajar al día siguiente, volver a salir. Yo os veía poniendo helados con unas ojeras que os llegaban a los pies.

—Sí sí. Y aún decimos que fue nuestro mejor verano. —Se rio Tristán.

—Y ahora os vais de viaje, os toca disfrutar. Sobre todo, si estás cansado, paráis. ¿Solo conduces tú?

—Luis también, no te preocupes.

—Dales un beso.

—De tu parte.

Tristán volvió al garaje. Su madre le esperaba con una bolsa de tela, dentro había embutido, zumos y galletas.

—Gracias, mamá.

—Tened cuidado, que Guille puede ser muy loco.

—Exagerada. —Tristán le dio un beso y se puso al volante.

Dejó la bolsa en el asiento del copiloto y tecleó en el GPS del móvil las direcciones de Luis y de Guille, que vivían en el centro de Barcelona. Puso el motor en marcha, le dio la mano a su madre por la ventanilla y salió despacio mientras acababa de abrirse el portón metálico.

Antes de incorporarse a la calzada, abrió el grupo que tenía con sus amigos y les puso un mensaje:

TRISTÁN. Saliendo de casa!!

Pablo Wessling, Tres chicos buenos

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