Antonia Scott
es especial. Muy especial. No es policía ni criminalista. Nunca ha empuñado un
arma ni llevado una placa, y, sin embargo, ha resuelto decenas de crímenes,
gracias a su extraordinaria inteligencia que le permite relacionar datos muy
diversos.
Pero hace un
tiempo que Antonia no sale de su ático de Lavapiés. Las cosas que ha perdido le
importan mucho más que las que esperan ahí fuera. Tampoco recibe visitas.
Por eso no le
gusta nada, nada, cuando escucha unos pasos desconocidos subiendo las escaleras
hasta el último piso. Sea quien sea, Antonia está segura de que viene a
buscarla. Y eso le gusta aún menos.
Se trata de
Jon Gutiérrez (que no está tan gordo), un policía nacional apartado de servicio
ya que han subido a las redes sociales su intento de amañar pruebas para
capturar a un proxeneta. Su actual misión, que Antonia se reincorpore al
servicio y, juntos, intentar capturar a un asesino que actúa contra las
familias más ricas de España.
Juan
Gómez-Jurado nos ofrece un thriller trepidante, con una pareja
protagonista que se las trae, con sus vicios y virtudes: Antonia Scott, el
cerebrito, que trabaja únicamente en esos casos que no pueden salir bajo
ninguna circunstancia a la luz pública, con sus recelos, que no puede olvidar
nada, ni dejar atrás los hechos que cambiaron su vida y la de su familia, y no
soporta que nadie la toque. Jon Gutiérrez, la fuerza bruta y no tan bruta, al
fin y al cabo es un harrijasotzaile que puede
levantar casi 300 kilos, amante de la cocina (las cocochas de su amatxo). Por
cierto, entre ellos no puede haber ningún rollito, como podemos comprobar en
las primeras páginas. Luego está Mentor, en un segundo plano, la eminencia gris
para la que trabajan.
La historia posee un ritmo vertiginoso, muy cinematográfico; con algunos flashbacks para contarnos el pasado de los protagonistas; la alternancia de los dos narradores, la tercera persona para contarnos la historia, la primera para mostrarnos el sufrimiento y la angustia de la secuestrada Carla; y, por si fuera poco, gran parte de los capítulos acaban con un interrogante que queremos resolver. Hay constantes referencias a nuestra realidad, hecho que aprovecha el autor para introducir su crítica social. Y todo contrarreloj, aunque no haya una cuenta atrás; todo transcurre en cinco días, y sabemos que el tiempo se acaba y apenas hay pistas.
La historia posee un ritmo vertiginoso, muy cinematográfico; con algunos flashbacks para contarnos el pasado de los protagonistas; la alternancia de los dos narradores, la tercera persona para contarnos la historia, la primera para mostrarnos el sufrimiento y la angustia de la secuestrada Carla; y, por si fuera poco, gran parte de los capítulos acaban con un interrogante que queremos resolver. Hay constantes referencias a nuestra realidad, hecho que aprovecha el autor para introducir su crítica social. Y todo contrarreloj, aunque no haya una cuenta atrás; todo transcurre en cinco días, y sabemos que el tiempo se acaba y apenas hay pistas.
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