Londres, 1914.
Una
mujer, atribulada por la muerte de su hermano, acude al 221 B de Baker Street,
donde se entrevista con el viejo doctor Watson y su hijo.
Hay
dos versiones distintas sobre la muerte de su hermano Charles Harrleston. La
oficial, que dictamina que se ha suicidado arrojándose por una ventana tras
perder una partida de cartas con el doctor Christopher Moran. La otra,
desechada por la policía, dice que la victima fue arrojada desde el tejado.
Testigo
de ese hecho es un niño, Johnnie, hijo de la enfermera Joanna Blalock, que
guarda celosamente el secreto de su nacimiento: es la hija de Sherlock Holmes e
Irene Adler y ha heredado las habilidades de sus progenitores (aunque esto se
descubre al final del libro, no es ningún spoiler, fijaros en el título).
Joanna, el
doctor Watson y su hijo deciden formar un equipo de investigación para resolver
el extraño caso.
Un
nuevo y entretenido homenaje al más famoso personaje creado por sir Arthur
Conan Doyle. No aparece nuestro detective consultor favorito, pero si algunos
secundarios que poblaban sus historias: el doctor Watson, la señora Hudson, el
villano Moran, el inspector Lestrade con su sagacidad. La historia está llena
de guiños holmesianos que contentan al lector de Doyle y sirven para enganchar.
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