A miss Marple,
residente en el pueblo de St. Mary Mead.
La presente le
será entregada gracias a los buenos oficios de mi abogado, James Broadribb,
después de mi fallecimiento. Es el hombre que empleo para aquellos asuntos
legales que entran en el campo de mis asuntos privados, y sin ninguna relación
con mis actividades empresariales. Es un abogado sensato y digno de toda
confianza. Como la mayoría de la raza humana, es susceptible al pecado de la
curiosidad. No se la he satisfecho. En algunos aspectos, éste es un asunto que
quedará entre usted y yo. Nuestra palabra clave, mi querida señora, es Némesis.
No creo que usted haya olvidado el lugar y las circunstancias en las que me
dijo aquella palabra. En el curso de mis actividades empresariales, que se han
prolongado durante muchos años, he aprendido una cosa sobre la persona que
quiero emplear. Tiene que tener instinto, un instinto para la tarea que quiero
encomendarle. No se trata de profundos conocimientos ni tampoco experiencia. La
única palabra que lo describe es instinto. Un instinto natural para hacer una
cosa determinada.
Usted,
querida, si me permite llamarla así, tiene un instinto natural para la justicia
y eso la ha llevado a tener un instinto natural para el crimen. Quiero que
usted investigue un crimen. He ordenado que le se destine una suma, de manera
tal que, si usted acepta la propuesta y como resultado de la investigación se
aclara el crimen, el dinero será suyo. El plazo para que cumpla su misión es de
un año. No es usted joven, pero es, si me permite decirlo, resistente. Creo que
puedo confiar en que usted viva un año más por lo menos.
Creo que la
propuesta no le resultará desagradable. Tiene usted un genio natural para la
investigación. Los fondos necesarios para realizar esta investigación le serán
suministrados durante el período fijado cada vez que los pida. Le hago esta
propuesta como una alternativa a lo que esté haciendo en estos momentos.
Me la imagino
sentada en una silla, una silla cómoda y adecuada para la clase de reumatismo que
pueda usted sufrir. Creo que todas las personas de su edad sufren de alguna
clase de reumatismo. Si este mal le afecta las rodillas o la espalda, no le
será fácil moverse y supongo que pasa la mayor parte de sus horas haciendo
calceta. La veo, como la vi aquella noche cuando me despertó, envuelta en una
nube de lana rosa.
Me la imagino
tejiendo más jerseys, chales, bufandas y muchas otras cosas de las que ni
siquiera sé el nombre. Si prefiere continuar haciendo calceta, es cosa suya. Si
prefiere servir a la causa de la justicia, espero que por lo menos le resulte
interesante.
Dejemos que la
justicia corra como el agua, y la rectitud como un manantial inagotable.
Amos
Agatha Christie, Némesis
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