Christine
Féret-Fleury nos trae una fábula moderna sobre el amor por los libros y
la vida. Una historia amable, llena de luz y optimismo, acompañada por las ilustraciones
de Nuria
Díaz.
Juliette, que
trabaja en una inmobiliaria, toma el metro todos los días a la misma hora. Y lo
que más disfruta del trayecto es observar a aquellos que leen a su alrededor.
La vieja dama con su libros de recetas de cocina en italiano, el hombre del
sombrero verde con su viejo y querido libro sobre insectos, el estudiante de
matemáticas, la joven muchacha que llora en la página 247 (pues, como nos dirá
más adelante Solimán, aquí se encuentra el mejor momento, cuando todo parece
perdido). Juliette los mira con curiosidad y ternura, como si sus lecturas, sus
pasiones, la diversidad de sus vidas, pudiesen dar color a la suya, monótona y
previsible.
Sin embargo,
un día decide bajar dos estaciones antes de lo habitual, tomar un nuevo camino
para ir a trabajar, sin saber que su vida estará a un solo paso de cambiar para
siempre. Así encuentra una gran puerta
de metal oxidado entreabierta por un libro, y allí conoce a la niña Zaida y a
su padre Solimán, quien le introduce en el mundo de los pasantes de libros.
Irá
comprobando el efecto que produce en una persona el hecho de regalarle un
libro, cómo está puede tomar determinadas decisiones. Dejará su trabajo, para
integrarse en ese mundo, y, al poco, tendrá que hacerse cargo de Zaida y del
almacén por la repentina marcha de Solimán.
Nos
encontramos ante una hermosa historia que nos habla de libros, libros que nos atrapan
y nos asaltan en cualquier esquina (de ahí el orden que Juliette se desespera
por encontrar e imponer en el almacén). Esta historia nos recuerda el
movimiento BookCrossing, en el que se pasan o liberan libros para que los lea
otra persona al azar.
A
lo largo de la novela, Juliette va dejando fluir sus pensamientos con una prosa
sencilla y cuidada que nos envuelve. Nos atrapa desde el primer momento. Las ilustraciones
de Nuria
Díaz a página completa resaltando una del fragmento que estamos leyendo
en ese momento. Se suceden diferentes homenajes, a los libros viejos y
modernos, a veces con citas, pero destaca ese homenaje final con el minibús a
Alan Bennett (La Dama de la Furgoneta) y a los Beattles.
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