viernes, 6 de abril de 2018

HÔZUKI, LA LIBRERÍA DE MITSUKO


Mitsuko tiene una librería de lance especializada en obras filosóficas. Allí pasa los días serenamente con su madre (divorciada, expresidiaria y católica), y su hijo Tarô (siete años, sensible, inteligente y mudo). Cada viernes por la noche, sin embargo, se convierte en camarera en un bar de alterne de alta gama. Este trabajo le permite asegurarse su independencia económica, y aprecia sus charlas con los intelectuales que frecuentan el establecimiento.

Un día, una mujer distinguida entra a la tienda acompañada por su hija pequeña. Los niños se sienten inmediatamente atraídos entre ellos. Ante la insistencia de la señora y por complacer a Tarô, a pesar de que normalmente evita hacer amistades, Mitsuko aceptará volver a verlos. Este encuentro podría poner en peligro el equilibrio de su familia.

La historia es sencilla, al menos lo aparenta, pero la trama no se desvela hasta el final, pues Aki Shimazaki sondea aquí la naturaleza del amor maternal. Con gran sutileza, cuestiona la fibra y la fuerza de los lazos. Lo que importan son las relaciones entre los personajes, las relaciones entre Mitsuko con su hijo, con su madre o con la señora Sato, las relaciones entre  Tarô y Hanako, los secretos que nunca saldrán a la luz de Mitsuko, o los de… Además nos resulta extraña esa independencia o esa libertad de la que hacen gala tanto Mitsuko como su madre, frente al comportamiento o la dependencia de la señora Sato, que es lo que esperamos de una sociedad tradicional japonesa. Todo ello, sin juicios de valor, sin moralinas, sin arrepentimientos

Su forma de escribir es sencilla, pero engañosa: frases cortas, pero que nos enganchan con lo que sugieren, como los kanji que la autora nos presenta, que tienen varias lecturas.

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