En
este aniversario de la muerte de García Lorca, os dejo con dos poemas
de Poeta
en Nueva York, junto con sus respectivas versiones musicales. Las
de Enrique
Morente pertenecen al disco Omega, que grabó ha ce 20 años junto
con el grupo de rock alternativo Lagartija Nick
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe
en su boca
porque allí no hay mañana ni
esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres
furiosos
taladran y devoran abandonados
niños.
Los primeros que salen comprenden
con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores
deshojados;
saben que van al cieno de números
y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores
sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y
ruidos
en impúdico reto de ciencia sin
raíces.
Por los barrios hay gentes que
vacilan insomnes
como recién salidas de un
naufragio de sangre.
En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca
cerrada.
Este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.
Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la
tortuga.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada
cintura.
En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los
muchachos.
Hay mendigos por los tejados.
Hay frescas guirnaldas de llanto.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en
mis brazos.
Porque te quiero, te quiero, amor
mío,
en el desván donde juegan los
niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde
tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu
frente.
¡Ay, ay, say, ay!
Toma este vals del "Te
quiero siempre".
En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orillas tengo de
jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y
azucenas,
y en las ondas oscuras de tu
andar
quiero, amor mío, amor mío dejar,
violín y sepulcro, las cintas del
vals.
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