Según habíamos acordado, nos
vimos al día siguiente e inspeccionamos las habitaciones del número 221 B de la
calle Baker, a las que nos habíamos referido en nuestra entrevista. Consistían
en dos cómodos dormitorios y un único cuarto de estar, amplio y ventilado,
amueblado de manera agradable, y que recibía luz de dos espaciosas ventanas.
Tan apetecible resultaba desde
todo punto de vista el apartamento, y tan moderado su precio, una vez dividido
entre los dos, que cerramos trato en el acto mismo y quedó por nuestro desde
aquel momento. Al atardecer de aquel mismo día trasladé todas mis cosas desde
el hotel, y a la mañana siguiente se me presentó allí Sherlock Holmes con
varios cajones y maletas. Pasamos uno o dos días muy atareados en desempaquetar
los objetos de nuestra propiedad y en colocarlos de la mejor manera posible.
Hecho esto, fuimos poco a poco asentándonos y amoldándonos a nuestro medio.
221 B
Nuestra moneda jamás
podrá pagar un rescate
para recuperar
aquellos años
ahora presos del
tiempo:
El autobús ruge ahora
donde antes el cabriolé
trotaba tras la pista
del crimen.
Ya no se oye un
Stradivarius
tocado por largos y
ágiles dedos
entonando un canto
fúnebre por los nefandos planes
frustrados por él
desde Baker Street.
¿Podríamos, acaso,
con ojo clarividente,
encontrar la puerta
recordada con cariño,
ante la que,
temblando, se pararon
tantos clientes
(hermosos o famosos)?
En este lugar,
Roylott, a la fuerza
entró, como un oso
salvaje;
en este lugar, los
brillantes ojos de Mary Morstan
cayeron presos de la
ardiente mirada de Watson.
Si a ese tiempo
pudiera haber
un viaje otorgado por
la gracia del cielo,
quién no cambiaría
esta cansada era
por una noche del
ochenta y siete,
en la que, como
niebla que atraviesa cristal y cortinas
y se arrastra hasta
nosotros suave y gris,
el sabio, inmortal,
extraño y certero
Sherlock toca su
violín.
Molly Hardwyck
Para terminar os dejo con el tema Baker Street de Gerry Rafferty:
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