Una de las cosas más ridículas
que la edad conlleva es la cantidad de trucos, potingues y ortopedias con los
que intentamos combatir el deterioro: el cuerpo se nos va llenando de alifafes
y la vida, de complicaciones.
Eso se ve claramente en los
viajes: de joven eres capaz de recorrer el mundo con apenas un cepillo de
dientes y una muda, mientras que, cuando te adentras en la edad madura, tienes
que ir añadiendo a la maleta infinidad de cosas. Por ejemplo: lentillas, líquidos
para limpiar las lentillas, gafas graduadas de repuesto y otro par de gafas
para leer; ampollas de suero fisiológico porque casi siempre tienes los ojos
enrojecidos; pasta de dientes especial y colutorio contra la gingivitis, más
hilo encerado y cepillitos interdentales, porque los tres o cuatro implantes
que te han puesto exigen cuidados constantes; una crema contra la psoriasis o
contra la rosácea o contra los hongos o contra los eczemas o cualquier otra de
esas calamidades cutáneas que siempre se van desarrollando con la edad; champú
especial anticaspa, antigrasa, antisequedad, anticaída; tinte porque las canas
han colonizado tu cabeza; ampollas contra la alopecia; cremas hidratantes, seas
hombre o mujer; cremas nutritivas, alisantes, antiflaccidez, más para ellas,
pero también para algunos varones; lociones antimanchas; protector solar total
porque ya te ha dado todo el sol que puedes soportar en veinte vidas; ungüentos
anticelulíticos, esto en las mujeres; podaderas de los vellos nasales y auriculares,
esto en los hombres; férulas de descarga para la noche, porque el estrés hace
chirriar los dientes; tiritas nasales adhesivas, molestas y totalmente
inútiles, para atenuar los ronquidos; píldoras de melatonina, Orfidal, Valium o
cualquier otro fármaco contra el insomnio y la ansiedad; con un poco de mala
suerte, pomada antihemorroides para lo evidente y/o laxantes contra el
estreñimiento contumaz; vitamina C para todo; ibuprofeno y paracetamol
para la inacabable diversidad de molestias que van parasitando el cuerpo;
omeprazol para las gastritis; Alka-Seltzer y más omeprazol para las resacas,
que uno va perdiendo resistencia; suplementos de soja porque la menopausia baja
las hormonas; con otro poco de mala suerte, las píldoras del colesterol, de la
tensión, de la próstata. Y así sucesivamente, en suma. Una pesada carga
.
Pero a fin de cuentas la
existencia misma es un viaje, así que no hace falta tener que coger un coche o
un avión ni trasladarse a otra ciudad para ser rehén de toda esa parafernalia
protésica.
Rosa Montero, La Carne
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