lunes, 26 de marzo de 2018

UNA OPINIÓN SOBRE ALICIA



—Pues claro que lo tengo, nunca vengo sin uno. ¡Que me parta un rayo si algún día lo hiciera! Vamos a ver: ¿cuál es el libro que tiene más personajes, pero menos trama que ninguno?
Rémy se puso a pensar. Tampoco Clémentine pudo evitar hacer lo propio.
Pero no pensaban en lo mismo.
La joven había recordado otro té: el del Sombrerero Loco, en el que planteaba una adivinanza a Alicia: «¿En qué se parece un cuervo a un escritorio?».
Alicia se rindió, y Clémentine esperaba que Rémy no hiciera lo mismo, porque Alicia no le entusiasmaba, pero estaba empezando a coger mucho cariño al niño.
A ella no le apasionaba mucho el libro Alicia en el país de las maravillas y no sabía si dependía de lo que le contó su padre acerca del libro, o del escritor, o acerca de la propia historia. Sin duda era un libro demasiado onírico, y consideraba forzado ese mundo de maravillas inventado por Lewis Carroll. Más que maravillas le parecían pesadillas grotescas, en las que no intervenía la poesía. Pero esta era una opinión personal que no tenía repercusiones sobre las ventas del libro, ni sobre la fama del autor.
—¿Estás bien, Clémentine? —preguntó la madre.
—Sí, muy bien; estoy emocionada por vuestra acogida y me siento muy afortunada al teneros como vecinos.
Rémy habría dicho algo en ese momento, si no hubiera estado concentrado en pensar.
La abuela contaba los puntos, la madre ponía la tetera en el fuego, Hector observaba a Rémy, y a Clémentine le parecía que estaba viviendo en un libro.
Vistos desde fuera, lo estaban.
El niño arrugaba la nariz y no se rendía, sino que intentaba algunas respuestas dictadas por el sentimiento y no por la razón.
Clémentine recordó que cuando Alicia se rindió, el Sombrerero Loco admitió que él mismo no conocía la respuesta. He aquí por qué Lewis Carroll no le convencía. No se puede crear un personaje que provoca que una niña que espera una respuesta sufra. Los críticos que idolatraban al autor pensaban que todo ello formaba parte del juego y de su personaje, pero ella consideraba extremadamente incorrecta esa actitud.
Entonces comprendió por qué se le había ocurrido todo esto: Hector, aunque apenas lo conocía, nunca habría jugado sucio con Rémy; por tanto, aquel no era un té de locos, sino de gente de bien, como decía la abuela.

Cristina Petit, Algo Parecido al Verdadero Amor

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