jueves, 8 de marzo de 2018

HACHIKO. EL PERRO QUE ESPERABA


                El 8 de marzo de 1935 terminó la espera de Hachiko, una espera de diez años acudiendo a las cinco y media de la tarde todos los días a la estación de Shibuya, en Tokio, a buscar a su amo, el profesor Eisaburo Ueno, muerto diez años antes, cuando se fue a dar una conferencia y murió por una hemorragia cerebral.

Luis Prats en su novela nos ofrece esta abnegada historia de fidelidad, acompañada de las preciosas ilustraciones de Zuzanna Celej recreando paisajes o estampas japonesas.

La familia del profesor Ueno ha adoptado un cachorro de un perro akita blanco, el perro de los samuráis. Eisaburo lo recoge medio muerto en la oficina de correos de la estación, pues se ha olvidado de que tenía que recoger el paquete. Una vez en casa lo recupera con un tazón de leche caliente. Poco a poco, se va a establecer una entrañable relación entre ambos, que los llevará a compartir todos los momentos (la mujer del profesor se quejará de que éste saca más al perro que a ella misma). En esta relación, Hachiko cada mañana acompaña al profesor a la estación y, cada tarde, espera su regreso a las cinco y media. Cada día. Cada mes.

Esta es la primera parte de la historia que nos cuenta Luis Prats. En la segunda, veremos cómo el akita acude todos los días a la estación a buscar a su amo (hecho que llama la atención de todo el mundo), y cómo los vecinos y conocidos del profesor lo cuidarán y alimentarán.

          Es una historia entrañable, y dura también, narrada con cuidado y mucho mimo. Por ejemplo, con unos pocos detalles va recreando todo un mundo, ese barrio por el que se mueven los protagonistas. La novela se centra en esa relación tierna entre un hombre y su mascota, cuyos lazos van más allá de este mundo. Aunque sepamos la historia, queremos ir pasando las páginas hasta llegar a ese trágico final, no por menos esperado. Son emotivas las páginas donde vemos a Hachiko y a Ueno dando sus paseos, y éste contándole pequeños detalles. Además, el autor nos muestra algunos aspectos de la sociedad y cultura japonesa de 1920. Es una novela infantil, pero que no desmerece en manos adultas; es una lectura corta, parece más un cuento que una novela, pero que nos hace reflexionar sobre el cariño, la fidelidad, la perseverancia…

PREMIO JOSEP M. FOLCH I TORRES 2014

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