surgió cuando
tenía nueve años y estaba segura de que nada podría superar el que sentía por
Grecia, su mitología y su cultura. Por casualidad, mi maestra de lo que
entonces era 4.º de EGB, sor Mercedes, me puso en las manos varios libros sobre
ese tema, y el flechazo fue instantáneo. Yo entonces leía con una pasión que preocupaba
un poco a los mayores, menos, precisamente, a aquella maravillosa maestra de
mirada dulce y cabellos canos, que me dijo: «Tú lee. No te preocupes por nada
más. Todo lo que tengas que aprender está ahí, en los libros».
Después llegó
Robert Graves y Yo, Claudio, y Henryk Sienkiewicz con Quo Vadis, y el resto de
novelas, películas y enciclopedias que me permitieron sumergirme en un mundo
que había desaparecido hacía muchos siglos, pero que en cierta medida continuaba
vivo en las ruinas, los edificios, los monumentos, la lengua, el derecho, la
ingeniería… Incluso en el pueblo en el que yo vivía, en Llodio, bastante
impermeable a la romanización, se sostenía en pie un puente romano (luego lo
dataron mejor y resultó ser románico… una gran decepción para mí). Cuando pude
estudiar latín me entusiasmé con esa lengua muerta: llegué a leerla bastante
bien y a traducirla con facilidad. Pero no era solo eso: sus comidas, sus
costumbres, sus conquistas, la estructura de las casas, todo me despertaba
interés y de todo quería saber. Incluso la cara más siniestra (sus emperadores
más sangrientos o las guerras) me parecía un aspecto interesante y del que
podía aprender.
De manera que
era cuestión de tiempo el que acabara escribiendo una historia de romanos, y
mejor aún, en Hispania, y durante el siglo que mejor conozco, el i d. C. En
cierta medida se lo debía a mis amigas de infancia, que ahora tienen niños ya crecidos,
y recordaban aquellas historias que yo les contaba sin tregua y que ellas
escuchaban con infinita paciencia, hasta que lograba engancharlas y terminaban
diciendo: «¿Y qué pasó entonces? ¡Cuenta más!». Ellas me pedían que las
escribiera para sus hijos, y estoy encantada de haberlo hecho.
Espido Freire, El Chico de la Flecha
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