domingo, 18 de septiembre de 2016

THE REFORM CLUB


Phileas Fogg había dejado su casa de Saville Row a las once y media, y tras haber colocado quinientas sesenta y cinco veces el pie derecho delante del izquierdo y quinientas sesenta y seis el izquierdo delante del derecho, llegó al Reform Club, amplio edificio levantado en Pall-Mall, cuyo coste de construcción no baja de los tres millones.

Phileas Fogg pasó inmediatamente al comedor, con sus nueve ventanas que daban a un jardín con árboles ya dorados por el otoño. Tomó asiento en la mesa de costumbre puesta para él. Su almuerzo se componía de entremeses, un pescado cocido sazonado por una reading sauce de primera clase, de un rosbif escarlata salpicado de condimentos musheron, de una torta rellena con tallos de ruibarbo y grosellas verdes, y de un pedazo de Chester, rociado todo con algunas tazas de ese excelente té, que se cosecha especialmente para el servicio del Reform Club.


A las doce y cuarenta y siete de la mañana, este gentleman se levantó y se dirigió al gran salón, suntuoso aposento adornado con pinturas de lujosos marcos. Allí, un criado le entregó el Times con las hojas sin cortar, y Phileas Fogg se dedicó a desplegarlo con una seguridad tal, que denotaba la práctica más extremada en esta operación. La lectura del periódico le ocupó hasta las tres y cuarenta y cinco, y la del Standard, que le siguió, hasta la hora de la cena, la cual tuvo lugar en iguales condiciones que el almuerzo, si bien con la añadidura de la Royal british sauce.

A las seis menos veinte, el gentleman apareció de nuevo en el gran salón y se abismó en la lectura del Morning Chronicle.


Media hora mas tarde, varios miembros del Reform Club entraban y se acercaban a la chimenea encendida con carbón de piedra. Eran los compañeros habituales de juego de Mr. Phileas Fogg, aficionados al whist como él: el ingeniero Andrés Stuart, los banqueros John Sullivan y Samuel Fallentin, el fabricante de cervezas Tomás Flanagan, y Gualterio Ralph, uno de los administradores del Banco de Inglaterra, personajes ricos y considerados en aquel club, que cuenta entre sus miembros a las mayores notabilidades de la industria y de la banca.

Julio Verne, La Vuelta al Mundo en 80 Días

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