— Busco
amigos. ¿Qué significa "domesticar"? —volvió a preguntar el
principito.
—Es una cosa
ya olvidada —dijo el zorro—, significa "crear vínculos... "
—¿Crear
vínculos?
—Efectivamente,
verás —dijo el zorro—. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a
otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes
necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros
semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del
otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...
—Comienzo a
comprender —dijo el principito—. Hay una flor... creo que ella me ha
domesticado (... )
—Mi vida es
muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se
parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. Si
tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de unos pasos
diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra;
los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira!
¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es
para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone
triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me
domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré
el ruido del viento en el trigo.
El zorro se
calló y miró un buen rato al principito:
—Por favor...
domestícame —le dijo.
—Bien quisiera
—le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y
conocer muchas cosas.
—Sólo se
conocen bien las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no
tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no
hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres
un amigo, domestícame!
—¿Qué debo
hacer? —preguntó el principito.
—Debes tener
mucha paciencia —respondió el zorro (...)
El principito
volvió al día siguiente.
—Hubiera sido
mejor —dijo el zorro— que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejemplo, a
las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más
avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e
inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes a
cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón... Los ritos son
necesarios (...)
De esta manera
el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue acercando el día de la
partida:
—¡Ah! —dijo el
zorro—, lloraré.
—Tuya es la
culpa —le dijo el principito—, yo no quería hacerte daño, pero tú has querido
que te domestique...
—Ciertamente
—dijo el zorro.
—¡Y vas a
llorar!, —dijo él principito.
—¡Seguro!
—No ganas
nada.
—Gano —dijo el
zorro— he ganado a causa del color del trigo. Vete a ver las rosas;
comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te
regalaré un secreto.
El principito
se fue a ver las rosas a las que dijo:
—No son nada,
ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes han domesticado
a nadie. Son como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien
mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo. —Son muy
bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las
vea podrá creer indudablemente que mí rosa es igual que cualquiera de ustedes.
Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha
sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo
dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a ella a la que yo he oído quejarse,
alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.
Y volvió con
el zorro.
—Adiós —le
dijo.
—Adiós —dijo
el zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple : sólo con el
corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
—Lo esencial
es invisible para los ojos —repitió el principito para acordarse.
—Lo que hace
más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
—Es el tiempo
que yo he perdido con ella... —repitió el principito para recordarlo.
—Los hombres
han olvidado esta verdad —dijo el zorro—, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable
para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa...
—Yo soy
responsable de mi rosa... —repitió el principito a fin de recordarlo.
Antoine de Saint Exupery, El
Principito
Os dejo
con el trailer de la última versión cinematográfica de este clásico, que se
acaba de estrenar este fin de semana en nuestras pantallas
PREMIO CÉSAR A LA MEJOR PELÍCULA DE ANIMACIÓN 2016
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