12 de octubre, y como
buen maño cantaremos:
P’al Pilar, sale lo mejor,
los gigantes y la procesión.
Procesión, la verdad, no
os traigo ninguna; pero, si a un gigante, a Pedro Saputo, Pedro el Sabio,
entrañable personaje de Braulio Foz, quien, siguiendo los pasos del Lazarillo y
de Cervantes, enlaza en este personaje aventuras, chistes y burlas del folklore
regional aragonés.
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Dicen, pues, que mientras Pedro Saputo estuvo en la corte,
pusieron los de su lugar pleito al sol, y que cuando llegó a Zaragoza y después
que le hubieron saludado todos, le llamaron un día a la plaza en donde estaba
ayuntado el pueblo, y le dijo uno del concejo:
―Con mucho deseo, oh hijo nuestro Pedro Saputo, esperábamos tu
venida al lugar para darte cuenta de una cosa que hemos hecho y que tú con tu
mucha agudeza y sabiduría nos has de ayudar a llevar a buen cabo y final
cumplimiento. Has de saber que habrá un mes pusimos un pleito al sol...
Apenas oyó esto Pedro Saputo, dijo:
―¡Pleito al sol!
Y respondió uno de la plaza:
―Pleito al sol, sí, pleito al sol; porque siempre nos fiere de
frente en el camino de Huesca. ¿Vamos allá? Nos fiere la cara; ¿venimos de
allá?, nos torna a ferir la cara. Y el otro día a Simaco Pérez y a Calisto
Espuendas les sucedió que de así ferirles el sol se tornaron cegatos; y como
esto aconteció ya a otros en otras ocasiones pasadas no queremos que nos
acontezca a todos, hoy uno, mañana dos, porque después los de otros lugares nos
farán mueca y nos llamarán ojitos y guiñosos. Por eso hemos puesto pleito al
sol, y hasta que le ganemos y no nos fiera más de cara en el camino de Huesca,
no hemos de parar. Y ya puedes tú que eres tan agudo y tan aquel, mirar y fer
que esto no se pierda y trabajar con los jueces y letrados, que al fin bien los
pagamos, que yo dié el otro día una ovella que me tocó para los gastos.
―Pero, señores ―dijo Pedro Saputo― ¿es posible que habéis caído en
la mengua que estáis diciendo? ¿Pleito al sol habéis puesto? ¿Qué dirán los
otros pueblos?
―Que digan lo que quieran ―respondió otro bárbaro de la turba―;
más vale que digan eso que no tornarnos cegatos y después no valgamos para
cosa, y nos fagan la figa y no lo veigamos. Y ya puedes traballar si no a volar
a d'icho lugar, que parece que desde que has estado en la corte del rey ya no
te conocemos.
Y a estas palabras siguieron otras más altas, acalorándose la
gente de modo que Pedro Saputo hubo de ceder, y haciendo señal de querer
hablar, se sosegaron y callaron, y él les dijo:
―Yo os doy palabra que el pleito se acabará en breve, que no
durará una semana, y que lo ganaremos.
―¡Bien! ¡Bien! ¡Viva Pedro Saputo!
Y se deshizo la junta.
Preguntó quién era el letrado que defendía a Almudévar, y fue a
verse con él y las demás piezas de aquel juego.
El letrado le dijo que efectivamente le habían pedido los de
Almudévar que les escribiese una demanda y querella contra el sol, porque les
daba de cara cuando venían a Huesca y cuando se volvían al lugar, y que le
querían poner pleito; que primero les dijo que era un disparate, pero que no pudo
disuadirles; que después los quiso arredrar con los gastos que ocurrirían, y
que a esto habían respondido que no faltaría dinero; y que en efecto después
había sabido que se escotaban y reunían una cantidad muy considerable. Por esta
relación vio Pedro Saputo que no había lo que él sospechara de estafas y
malicia; se rió con el letrado, se estuvo paseando por allí dos días, y al
tercero por la tarde se volvió a Almudévar discurriendo antes el modo de salir
del paso, dejando a los de su lugar por tontos hasta la consumación de los
siglos.
Convocó al pueblo por la mañana, y le dijo desde unas piedras que
habían sido cimiento y pie de una cruz:
―Hijos de
Almudévar, os participo que hemos ganado el pleito al sol... No os alborotéis;
oíd: ya no os volveréis cegatos, ni os podrán llamar ojitos y guiñosos, porque
no lo seréis. La cosa ha pasado de esta manera. Después de ver lo que se alegó
de nuestra parte y lo que contestó la contraria, fui al juez y le hablé
largamente de la tirria que nos tiene el sol, y de su terquedad y trece de
cuenta en herirnos siempre de cara; y en fuerza de mis reflexiones ha
sentenciado a nuestro favor; e yo tomando una copia de la sentencia me la puse
en este secreto de mi gabán, y es del tenor siguiente (¡cómo levantaron la
cabeza y abrían la boca para escucharla!): «En la ciudad de Huesca, a los siete
días del mes de noviembre del año a Nativitate mil y tantos diez catorce, yo el
infrascrito juez, alcalde, corregidor, tribunal y definidor de causas, pleitos
y querellas de la tierra y los planetas de cielo; en la instancia que se sigue
por el consejo y villa de Almudévar contra el procurador Benito Gómez nomine y
de parte del sol de España; atento a lo que por ambas partes se ha alegado, y
remitiéndome al proceso en todo caso tam in preses cuam in futurum, declaro y
fallo en justicia, ley, conciencia, y razón, y en nombre y voz de la católica
majestad del rey nuestro señor (que Dios guarde), que el concejo y Villa de
Almudévar no pide ninguna gollería ni lo que dicen cotufas en el golfo, sino lo
que hace muchos años y aun siglos que pudieron pedir con el mismo derecho y
justicia que agora, y que el sol en adelante no sea osado de ferilles de cara
cuando vengan de Huesca y se vuelvan por la mañana...»
Aquí no pudo ya contenerse la multitud, y tiraron los sombreros al
aire gritando:
―¡Viva Almudévar! ¡Viva Pedro Saputo!
Y duró un rato la algazara y jubilación de la victoria.
Braulio Foz,
Vida de Pedro Saputo
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