domingo, 3 de septiembre de 2017

TIGRE, TIGRE


Tigre, tigre, que te enciendes en luz
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
pudo idear tu terrible simetría?

¿En qué profundidades distantes,
en qué cielos ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Qué mano osó tomar ese fuego?

¿Y qué hombro, y qué arte
pudo tejer la nervadura de tu corazón?
Y al comenzar los latidos de tu corazón,
¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?

¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu cerebro?
¿En qué yunque?
¿Qué tremendas garras osaron
sus mortales terrores dominar?

Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
y bañaron los cielos con sus lágrimas
¿sonrió al ver su obra?
¿Quien hizo al cordero fue quien te hizo?

Tigre, tigre, que te enciendes en luz,
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
osó idear tu terrible simetría?

William Blake

                Este poema da título a una de las obras maestras de la ciencia ficción, Tigre, Tigre de Alfred Bester (aunque al revisar la obra el autor le cambiaría el título: Las Estrellas mi Destino).


En el siglo XXV, las técnicas de teleportación (jaunteo, es el término que emplea el libro por su descubridor; un hombre puede teleportarse a lugares en los que ha estado antes) ha cambiado de forma radical la sociedad de la Tierra.

                Un hombre, Gully Foyle (claro homenaje al protagonista de Verne en La Vuelta al Mundo en Ochenta Días), un hombre corpulento y de escasa capacidad intelectual, lleva cerca de seis meses en una nave destrozada a la deriva, donde el oxígeno comienza a escasear, repitiendo una y otra vez:

—¿Quién eres?
—Guly Foyle es mi nombre.
—¿De donde eres?
—La tierra es mi nación.
—¿Dónde estas ahora?
—En el profundo espacio, mi vivienda.
—¿A dónde te diriges?
—La muerte es mi destino.

                Hasta que una nave aparece, la Vorga-T:1339, y le ve, pero se desentiende de la situación y le abandona en medio del espacio. La ira y el odio se apoderan de Gully Foyle, quien clama venganza contra la Vorga, quiere matar a la nave y sus tripulantes, e intentará lo imposible. Ese sentimiento de venganza le permitirá sobrevivir, que nos recuerda a otro libro de nuestra juventud: El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas

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