«La carne está triste y ya he leído todos
los libros», decía Mallarmé.
Qué acertada
es esta cita que encontramos en la novela de Rosa Montero.
Una noche de
ópera, Soledad, que acaba de cumplir 60 años y teme la vejez, contrata a un
gigoló, el ruso Adam, para que la acompañe a la función y así poder dar celos a
un examante. Pero, a la salida, el atraco y el navajazo a unos comerciantes
chinos conocido de Soledad trastornará sus planes con Adam, dando comienzo a
una relación, por una parte peligrosa, pues el ruso, aparte de cobrarle, va a
sacar todo el beneficio que pueda en forma de regalos, incluso exige que le le
busque un buen trabajo o le preste dinero; por otra parte, Soledad, queriendo
huir de la vejez y del temor a la soledad, va a caer en una inquietante tela de
araña de la que ni puede ni quiere escapar.
Además,
Soledad está preparando una exposición, Arte y locura, para la Biblioteca
Nacional. Una exposición en la que los autores están marcados por el abandono
paterno en la infancia o la búsqueda del amor, hechos que han marcado la vida
de Soledad. Una exposición, que una joven arquitecta, Marita Kemp, le quiere
arrebatar.
La historia
entre Soledad Alegría (nombre y apellido simbólico, igual que el de su hermana
Dolores) y Adam, es previsible, y en cierta manera es lo que menos nos importa
de la novela. Nos atraen más esos recuerdos de Soledad, donde muestra una
aparente rebeldía ante la sociedad imperante: no tiene pareja estable, la
mayoría de sus relaciones son clandestinas o ilícitas, no ha querido tener
hijos, parece que es la vida que le gusta… pero es sobre todo un canto
vitalista de una persona que teme envejecer, envejecer en soledad (Necesitaba estar enamorada. Amaba el amor,
como decía san Agustín. Era una adicta a la pasión y, como buena adicta, sin
eso no le interesaba vivir).
Conforme
avanza la trama, se van hilvanando anécdotas de esos autores que Soledad ha
elegido como malditos, todos reales salvo uno, Josefina Aznárez. Así nos vamos
enterando de historias de Philip K. Dick, Guy de Maupassant, María
Lejárraga, Pedro Luis de Gálvez, María Luisa Bombal, María Carolina Geel, Anne
Perry, Willian Burroughs, Thomas Mann… Y junto a ello la música,
especialmente el liebestod, la muerte de amor, de la opera Tristan e Isolda de Richard
Wagner.
Es memorable,
el capítulo donde Soledad se entrevista con la propia Rosa Montero.
Os dejo con
dos videos, una entrevista a la autora, y el liebestod:
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