miércoles, 13 de septiembre de 2017

ADVERTENCIA


Aquí comienza la historia. Cuenta cómo entré en posesión del Libro Sangriento y conseguí el Orm. No es una historia para personas de piel delicada y nervios débiles, a las que me gustaría recomendar que volvieran a dejar este libro sobre el montón y se largaran al departamento de libros infantiles. Vamos, vamos, desapareced, bebedores de té de manzanilla y lloricas, ¡aquí se habla de un lugar donde leer sigue siendo una auténtica aventura! Y defino aventura, al estilo antiguo, según el Diccionario Zamónico: «Una empresa temeraria realizada por ansia de investigación o arrogancia; con aspectos amenazadores para la vida, peligros imprevisibles y, a veces, resultado fatal».

Sí, hablo de un lugar donde leer te puede llevar a la locura. Donde los libros pueden herir, envenenar, incluso matar. Sólo quien esté realmente dispuesto a aceptar esos riesgos por leer este libro, quien esté dispuesto a jugarse la vida para participar en mi historia deberá seguirme al párrafo que sigue. A todos los demás los felicito por su decisión cobarde pero sensata de quedarse atrás. ¡Que os vaya bien, gallinas! Os deseo una existencia larga y mortalmente aburrida y, con esta frase, me despido.

Bueno. Después de haber reducido a mis lectores probablemente, ya al principio, a un pequeño grupo de audaces, quisiera saludar cordialmente a los que han quedado: ¡Os saludo, temerarios amigos, estáis hechos de la madera de la que se hace un aventurero! Y ahora no perdamos más tiempo y empecemos de inmediato nuestra expedición. Porque es un viaje lo que vamos a emprender, un viaje para buscar libros viejos en Bibliópolis, la ciudad de los libros que sueñan. Ataos bien los zapatos: un largo trecho del camino pasa por terreno peñascoso y desigual, y luego por pastizales monótonos donde hay gruesos tallos que llegan a la cintura y cortan como navajas. Y que finalmente desciende profundamente por un sendero oscuro, laberíntico y peligroso, hasta las entrañas de la tierra. No puedo prever cuántos de nosotros volveremos. Sólo puedo recomendaros que no perdáis el valor… ocurra lo que nos ocurra.

¡Y no digáis que no os advertí!

Walter Moers, La Ciudad de los Libros Soñadores

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