- ¿María, llevas todo para la
excursión?
- Creo que sí, mamá; vamos, ve
a por el coche, que no llegamos.
- Voy, hija, voy
Una vez que estuvimos en la estación de autobuses, le di un beso a mi
madre y me subí al autobús con Ana.
Este era un viaje de fin de
curso del instituto, íbamos a ir a las lagunas de Ruidera a pasar una semana
todos juntos. Lo peor del viaje es que se viene Rosa; es la típica chica que se
cree superior a los demás, y, además, me odia. Tuvimos un problemilla cuando
éramos pequeñas y, desde entonces, no cruzamos palabra.
El viaje se hizo bastante
largo, ya que tenía tantas ganas de llegar que
los minutos me parecían horas. Cuando llegamos nos asignaron las
habitaciones y, como era de temer, me habían puesto con Rosa, a pesar de que
los profesores saben cómo nos llevamos. ¡En fin, va a ser una semana muy dura!
Eran las ocho de la tarde, así
que nos dejaron una hora para instalarnos, y a las nueve teníamos que estar en
el comedor para la cena.
Por la noche, no podía dormir,
no sólo porque la presencia de Rosa me inquietaba sino porque estaba nerviosa:
al día siguiente, íbamos a ir a una cueva muy famosa, y yo estaba llena de
expectativas, intrigada, pero, a la vez, me daba miedo porque soy un poco
claustrofóbica. Hice el juego de contar ovejitas y, poco a poco, fui
durmiéndome.
- ¡¡¡Vamos arribaaa!!!
- Cállate ya -dijo Rosa.
- ¿Qué pasa? -dije algo
aturdida.
- ¡En cinco minutos abajo, es
hora del desayuno!
Yo no quería tener problemas
con Rosa, aunque ella no parara de pincharme, yo no respondía y, cuando estuve
lista, bajé para encontrarme con mis amigas y empezar esta maravillosa semana.
Desayunamos, nos preparamos y
salimos para la cueva.
Esto era el colmo, encima que
tengo que estar con ella en la habitación, tengo que ir también en la canoa.
¡Eso sí que me daba miedo! No sabía que había que pasar a la cueva en canoa, no
sé nadar.
La cosa no iba bien, estaban
ya todos fuera, esperándonos, pero no nos poníamos de acuerdo y nos estábamos
peleando, una cosa llevó a la otra y, cuando me di cuenta, me estaba cayendo de
la canoa. ¡Qué horror!
Estaba intentando salir, pero
no conseguía subir a la superficie, intenté agarrarme a las paredes y toqué un
pomo, espera, ¿un pomo? ¡Eso significa que hay una puerta! ¿Qué hace una puerta
en la pared de una cueva? Noté que alguien me agarraba y me olvide de aquello
tan extraño que me acababa de ocurrir.
Ya me había tranquilizado un
poco y me acordé de la puerta, tenía muchas ganas de volver allí, así que hice
un plan, se lo conté a mis amigas y fuimos por la noche.
Cogimos unas mascarillas de
buceo para aguantar debajo del agua, también ropa cómoda, un par de
linternas y salimos. A Lucía le daba un
poco de miedo pero como íbamos todas se vino.
Bajamos todas juntas y
conseguimos ver de nuevo la puerta, tras mucho esfuerzo la conseguimos abrir. A
pesar de que llevábamos linternas no se veía bien, lo suficiente para ver un
baúl.
Abrimos el baúl y había unos
papeles aparentemente muy viejos, así que los metí en una bolsa y luego en mi
mochila para que se mojasen lo menos posible y no se estropeasen.
Al día siguiente, les
enseñamos los papeles a nuestros profesores, aunque sabíamos que nos iban a
castigar por escaparnos, no podíamos quedarnos calladas, tenía pinta de ser muy
importantes.
Los estuvimos leyendo todos
juntos y era un final alternativo del famoso libro El Quijote, firmado por
Cervantes, ¡no me lo podía creer, había otro final de El Quijote y yo la había
encontrado!
Mis profesores llamaron a unos
especialistas de Madrid para que verificasen esos documentos. Tras unos días de
espera, nos confirmaron que eran verdaderos, ¡qué eran de Cervantes!
Nuestro instituto fue
galardonado con la insignia del Real Instituto de la Academia de la Lengua Española;
es una mención muy importante, y pocos institutos en España lo tienen.
Vino la prensa, la radio, la
televisión a hacernos entrevistas por este maravilloso descubrimiento.
Por lo visto, Cervantes tuvo
que esconder este final por las persecuciones que sufría.
HEMOS MARCADO UN ANTES Y UN
DESPUÉS EN LA HISTORIA LITERARIA ESPAÑOLA.
María Navarro Carreto
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