Había una vez un niño
llamado David, al que le encantaba jugar con videoconsolas, en especial le
gustaba su Play 3. Como todos los días, despues de hacer los deberes, le dio al
botón y encenció el aparato. David noto que algo raro le pasaba a a la
pantalla, pero no le dio importancia y se fue a por la merienda. Al volver, vio
que en la televisión había un hombre leyendo algunos libros, unos desordenados
encima de una vieja mesa de madera, debajo de la cual había un viejo galgo, y
otros tirados por el suelo. De repente el hombre se giró y dio un salto.
-¿Quién eres tu?
–pregunto el anciano soteniendo una vieja y oxidada espada.
David se quedó
alucinado. Parecía que el anciano le estuviera hablando a él.
-¡Contesta! –gritó.
David se dio cuenta de
que le hablaba a él. y se asustó muchísimo.
-No puede ser real…
-tartamudeó el niño.- Me llamo David –contestó el niño.- ¿Cómo me puede ver?
–preguntó.
Antes de que el
anciano pudiera contestar, este se dio cuenta de que no se podía mover.
-¿Oh, Dios mío…! Es
exactamente lo que ponía en uno de mis libros.
-¿Qué? –preguntó el
muchacho.
- ¡Rápido, llevame
hasta la estantería!
El muchacho, sin
rechistar al anciano, se preguntaba cómo lo haría; entonces con su joystick
controló al anciano hasta el lugar indicado. Entonces este cogió un libro y se
lo enseño a David.
En la primera hoja
había un cartel:
David leyó un poco más abajo que ponía:
“Si libre queréis quedar, a Dulcinea tenéis que encontrar”
David y el anciano se
presentaron, pues, parecía que iban a estar toda la tarde juntos.
-Al final del libro pone que Dulcinea está en El
Toboso, y que, parar llegar ahí, hay que pasar tres niveles: En el nivel 1, hay
que luchar contra los gigantes; en el nivel 2, hay que luchar contra un
ejercito de guerreros; en el nivel 3, hay que llegar al Toboso y rescatar a
Dulcinea. ¡Venga, muchacho, comencemos esta aventura y desfazamos el
encantamiento!
-Bueno, vamos –dijo David pulsando los botones del
mando.
Iban andando por la pantalla, y de repente
apareció un logotipo indicando NIVEL 1.
David y Don Quijote se quedaron extrañados, pues
en aquel lugar solo había unos cuantos molinos.
-¡Qué fácil! –dijo don Quijote, y continuaron
caminando.
Al rato volvió a aparecer un nuevo logotipo NIVEL 2, y sus caras reflejaron una
mayor extrañeza y consternación.
-¡Si solo hay un rebaño de ovejas! –gritó don
Quijote- ¡Esto no puede ser tan fácil!
Continuaron caminando por la pantalla y esquivando
las ovejas.
Por fin, llegaron al Toboso. Allí, en lo alto de una
montaña, había un gran castillo.
-¡Allí tiene que estar Dulcinea! –dijo el anciano.
-¿Para qué buscáis a Dulcinea? –preguntó una
melodiosa y dulce voz.
David pulsó los botones, y don Quijote se dio la
vuelta.
-¿Dulcinea?
-Sí, soy yo –afirmó la muchacha.
-¡Soy don Quijote! –y al instante el anciano
caballero le dio un fuerte abrazo.
-¡Don Quijote, ya puedes moverte solo! –exclamó
David entusiasmado.
Después de una gran despedida, David guardó la
partida y apago la play.
Al día siguiente, el chico fue corriendo a
encender la videoconsola, pero lo único que apareció en la pantalla fue el
nuevo videojuego que le había regalado su tío Alonso.
Nuria Herreros Fernández
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