sábado, 3 de mayo de 2014

VENENOS DE EFECTO RETARDADO

Los peligros de Internet:

Una amiga me hace llegar el texto que, acerca de mi biografía, aparece en Wikipedia, y en el que se dice: “Divorciado de su primera mujer, Carmen Laforet (de la cual se divorció debido a que le confesó su homosexualidad en su noche de bodas), se casó con Sándor Márai en una boda sin muchos lujos en una playa en las Islas Canarias”.

Inmediatamente, busco en la misma enciclopedia la biografía de Carmen Laforet y, ¡maldita sea!, no aparezco como su esposo. Tampoco se me cita en la de Sándor Márai, pese a la intimidad que mantuve con él. Estos fallos no se daban en las enciclopedias analógicas, donde se cuidaban más las relaciones causa-efecto, se respetaba el orden cronológico y se evitaban los disparates de bulto. Como contrapartida, no se podían actualizar. Hay autores completamente muertos que aún figuran como vivos en las enciclopedias de papel.

Ingenuo de mí, consulto la Wikipedia con cierta frecuencia. Está al alcance de una tecla y te saca del apuro a cien por hora. No sé cuántas mentiras o inexactitudes habré perpetrado por culpa de ella, perome temo que vivimos en un mundo donde las mentiras y las inexactitudes carecen de importancia. Casualmente, entro en el artículo de la Wikipedia sobre Gonzalo Suárez, donde aparece la siguiente información: “En todas las películas que ha interpretado ha sido (sic) dirigidas y escritas por él, excepto 2 que son las siguientes:

–¿Qué he hecho yo para merecer esto? de Pedro Almodóvar.

–El elefante del rey de Victor García León”.

Tras meditar un rato, deduzco que el texto quería decir que ha dirigido todas las películas que ha interpretado, excepto las dos señaladas. Pero la frase no tiene desperdicio. Saboréenla de nuevo: “En todas las películas que ha interpretado ha sido dirigidas y escritas por él, excepto 2 que son las siguientes”. Si es cierto, como decía Valéry, que la sintaxis es una facultad del alma, el autor de este texto es un desalmado. No sabemos qué otros crímenes puede estar cometiendo por la llamada enciclopedia libre de internet, pero nos lo imaginamos entrando a saco en todos los artículos utilizando el bolígrafo al modo de un cuchillo.

Internet es un territorio fabuloso porque nada se respeta en él. Carece de normas de educación, de reglas gramaticales, de límites morales. Los artículos científicos están a la misma altura que los paracientíficos y lo normal al mismo nivel que lo paranormal. A menos que seas un experto en el tema, te puedes tragar el mayor disparate del mundo y digerirlo como una verdad fundamental. En los comentarios a los artículos periodísticos, la gente se caga en la madre del autor como el que enciende un cigarrillo. Los psicópatas corren como ratas por los callejones de ese territorio extendiendo la peste por doquier. Lo curioso es que es una peste que no se nota, que no hace daño, que no duele, al menos de momento. Algunos venenos tardan mucho tiempo en hacer efecto: son los más peligrosos, pues cuando dan síntomas ya tiene uno el hígado hecho polvo.

Me cuentan que internet es también el territorio de la venganza. Si alguien te ha hecho algo, puedes lincharlo y colgarlo de una cuerda en la red sin que te ocurra nada. Por lo visto, muchos escolares acosan a sus compañeros en los chats en los que entran después de la merienda. Internet tiene algo de puerta de retrete público. Hay en esa selva un 80 por ciento de escatología y el resto es materia oscura.

Aun así, es fabuloso. Ya no podríamos imaginar la vida sin ese continente que nos abre a horizontes nuevos cada día. De repente, yo, un tipo simple, de vida cotidiana aburrida, resulta que he sido marido, sucesivamente, de Carmen Laforet y de Sándor Márai. ¿Qué me quedará por ver aún? ¿Qué otras hazañas realizaré a lo largo de mi vida? Cualquier día de estos, entro yo mismo en el artículo de Wikipedia donde se da cuenta de mi biografía y pongo que me he retirado a una isla griega para quitarme de en medio. Y sin dejar de estar aquí, en alguna dimensión de la realidad me encontraré frente al mar, retirado del tabaco, de la bebida, del deseo, retirado de mí.

Las enciclopedias analógicas tenían el problema de la esclerosis. Quedabas retratado de un modo inamovible. Tenías, por decirlo así, una identidad de piedra. En las enciclopedias digitales puedes disfrutar de una identidad de plastilina, lo que resulta mucho más entretenido. Después de todo, haber sido el marido de Carmen Laforet y de Sándor Márai justifica una biografía. Tal vez mi vida no haya sido tan absurda como creía.

Juan José Millás

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