Me imagino, como posibilidad de relato, ser el capitán del SMR Titanic, John Edward Smith, el más seguro y experimentado marino de la compañía White Star Line, en el momento de convertirse en el responsable de la catástrofe. Ahora que los últimos desastres de cruceros como el Costa Concordia han puesto de relieve lo que puede hacer un capitán borracho de frivolidad, me gustaría sentir las mismas tentaciones de Smith, cuando sabes que tienes que salvar las vidas no solo de mujeres y niños, sino de todo el pasaje y de toda la tripulación, pero al mismo tiempo comprendes que es imposible, que no hay botes para casi nadie, que está cundiendo el terror y que apenas hay nada que puedas hacer.
Sí, me gustaría ser el capitán Smith, tantas veces condecorado, para sentir su miedo, su terror, su rabia, su impotencia la noche del 14 de abril, asomado al abismo de ser un héroe por obligación. ¿Sería capaz de asumir su tarea yo? ¿Qué haría? ¿En qué o quién pensaría? ¿Buscaría un lugar seguro, intentaría salvarlos a todos, me hundiría en el barco? ¿Cómo viviría ese conflicto insoportable?
Jaume Cabré
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