Enviado por Miguel
Mi señor Campeador, Valencia te llama. Levántate y anda.
Cuenta la historia que Rodrigo Díaz de Vivar, Mio Cid, ganó su última batalla después de muerto. Dicen que ataron su cadáver al caballo y que así guió a su ejército a la victoria.
Efectivamente, un domingo del mes de julio del año de gracia de 1099, no pudiéndose recuperar de una herida en el cuello, vio la muerte Mío Cid.
Sin embargo, gracias a las artes mágicas de las tres religiones monoteístas, en presencia de la viuda Ximena, de los capitanes del ejército y del obispo don Jerónimo, el cuerpo sin vida del Campeador resucitó por un día. Un día en el que debía de nuevo defender la ciudad del enemigo almorávide.
El artífice del hechizo fue, a petición de Ximena, Esteban de Sopetrán. Esteban, Estebanillo o Truhán, como solían llamarle, era un juglar, un truhán redomado, un pilluelo saltabancos con apariencia de muchacho destetado que, sin embargo, en 1099 llevaba ya corridos sus más de sesenta años, atesorando conocimientos y conjuros, aprendiendo de la vida y del saber vivir, escabulléndose como una sombra de mil y un peligros gracias a su prodigiosa capacidad de su cuerpo para curar. Más de sesenta años de andanzas que le condujeron aquella madrugada a la capilla ardiente en la que se velaba al Cid...
La novela es ágil, interesante. Contada en primera persona, el propio Esteban recuerda y nos cuenta sus desventuras, con un tono amargo y fatalista. La ambientación está cuidada; los personajes bien construidos. Observamos una España medieval fantástica con referencias a nuestra mitología.
FINALISTA PREMIO MINOTAURO 2006
FINALISTA PREMIO MINOTAURO 2006
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