lunes, 15 de marzo de 2021

HACE, MÁS O MENOS, UN AÑO

Casi era una suerte que la gente estuviese tan ocupada con otras cosas en aquellos días. Las noticias sobre la pandemia llegaban al campus envueltas en la irrealidad de las videollamadas familiares desde España, los hilos de Twitter y las historias de Instagram. Los periódicos digitales españoles anunciaban cada día el recuento de muertos en todo el país; pero no podía ser, sonaba a estadística vacía... Pablo era incapaz de ponerles cara a aquellas muertes, o de imaginarse los hospitales atestados, las residencias donde todos los ancianos enfermaban a partir de un solo contagio inicial... Parecía un cuento; un cuento de terror moderno. Quizá un episodio de una serie pretenciosa de HBO. Y mientras, en el campus de Stirling, la vida había seguido como si tal cosa: los dos pubs abiertos hasta las 23:00, la galería de cristal que comunicaba el edificio central con los laboratorios llena de puestos de ropa teñida a mano y de mesas informativas sobre veganismo, protección del hielo de Groenlandia y otras iniciativas, la librería-cafetería animada casi a cualquier hora, y el supermercado del campus bien surtido de pakoras, samosas y todo tipo de especialidades indias que solo había que calentar y consumir.

Como mucho, hacía tres o cuatro días que habían comenzado a aparecer en el campus algunas mascarillas. Todos alumnos asiáticos, como observó Sofía con cierto aire de superioridad. Porque hacía solo tres días, llevar puesta la mascarilla parecía una exageración de personas hipocondríacas. Un día más tarde, algún portavoz de Sanidad del gobierno británico había recomendado usarlas con prudencia. Y Pablo, sintiéndose un poco ridículo, se acercó a la farmacia del campus a comprar un paquete... pero llegó demasiado tarde: se habían agotado.

Ana Alonso, Veinte días de abril

No hay comentarios:

Publicar un comentario