Este libro pretende ser a la vez una introducción a
la filosofía para amantes del cine y una introducción al cine para amantes de
la filosofía (filofilósofos). Encuanto a lo primero, los aficionados al cine
encontrarán aquí algunas de sus películas favoritas, piezas del calibre de Casablanca,
Ciudadano Kane o La ley del silencio, por poner sólo algunos ejemplos. También
hallarán -quizá con un respingode inquietud o de suspicacia- obras menos
afamadas, material menos distinguido,como Family Man, a cuyo comentario,
además, se dedica una buena cantidad de papel. Que no le extrañe: el criterio
para seleccionar una película ha sido, en primer término, la fuerza con que en
ella queda ilustrada una determinada cuestión filosófica, y sólo después he
tenido en cuenta su calidad estética.
Los largometrajes que le convido a contemplar están
vistos con la «deformación profesional» de quien ha dedicado una buena cantidad
de años a estudiar filosofía; y una y otra vez le iré señalando -acaso con
innecesario apremio-: «Fíjese en este detalle, no deje pasar este otro y, sobre
todo, por nada del mundo permita que su atención se distraiga de esta escena,
en que se trasluce un cierto problema filosófico con un brillo especial».
Aunque me dedico a esto machaconamente, espero que no me considere tan filisteo
como para evaluar una película por la cantidad de «mensaje filosófico» que
lleve a sus espaldas. Estoy persuadido de que ese mensaje filosófico, cuando
existe, casi siempre está ahí de forma involuntaria; y de que, por otro lado,
su presencia en nada aumenta (ni tampoco disminuye, claro) la prestancia
estética de esa película. Si sucede que la casi totalidad de las cintas que
comento son también obras maestras, ello obedece a la circunstancia anodina de
que me gusta el gran cine y recuerdo mejor sus más altas cúspides, con
independencia de que lleven consigo algo que un filofilósofo (alguien separado
por dos amorosos peldaños de la sabiduría) pueda echarse a la boca.
Este ensayo es también una introducción al cine para
filósofos, y esto sí requiere algo más de aclaración. No he conocido a nadie
que pertenezca a ese género de degenerados a quienes no gusta el cine, de modo
que es seguramente superfluo pretender crear afición a una de las formas de
arte más populares desde el siglo XX hasta aquí. Pero sí he conocido a muchos
profesores y estudiantes de filosofía que se lamentaban de que en esta
disciplina no abundan los buenos ejemplos que den vida a las distintas teorías
expuestas. Pues bien, este es un libro de filosofía en el que las cosas suceden
al revés: los ejemplos son enviados por delante en casi todos los casos y sólo
a la vez (o con posterioridad) se les exprime el zumo teórico que contienen.
Ese surtido de ejemplos está extraído, como cabía imaginar, del cine, de modo
que quien piense que una imagen vale más que mil palabras encontrara aquí
ampliamente confirmadas sus sospechas. Los aficionados a la filosofía quedan
invitados a contemplar en los fotogramas de algunas de las mejores películas
que jamás se han hecho los reflejos de las teorías que tienen que explicar o comprender.
No albergue temor de que le destripe el argumento de estos largometrajes: creo
(y espero) que tendrá más ganas de verlos después de lo quetenga que contarle
de ellos. El propósito de este ensayo es intensificar la contemplación de las
películas, no sustituirla.
Aunque en las siguientes páginas salen a escena
algunos de los filósofos clásicos (Sócrates, Platón, Aristóteles, san Agustín,
Kant o Nietzsche), también comparecen otros más actuales y que probablemente,
con el correr del tiempo, pasen a engrosar la nómina de los clásicos: figuras
como John Rawls, Robert Nozicko Jon Elster. Buena parte de las materias
tratadas son también las inexcusables y perennes de la filosofía: el amor, la
muerte, la felicidad, la racionalidad, la maldad, la falta de voluntad, el
azar... Pero otras pueden ser novedosas hasta para los más versados en
filosofía: los subproductos, la formación del gusto moral, la tentación del
bien (mucho menos conocida que la tentación del mal), el apetito fáustico o las
rugosidades de la elección racional. Espero, pues, que el libro diga algo nuevo
también a los entendidos o, cuando menos, que les diga lo que ya sabían de
forma nueva. Quizá usted en concreto eche en falta algunos de sus asuntos
predilectos. El autor sólo puede decirle que se encuentra al presente
preparando otras dos «bobinas»: una dedicada a cuestiones políticas y otra a
asuntos metafísicos. Quizá en ellas localice lo que aquí no encuentra.
El que leyere no debe tomarse muy a pecho la
distinción entre cuestiones psicológicas y cuestiones morales. La separación
del contenido del libro en dos «bobinas» es, en parte, y como no podía ser de
otro modo, arbitraria; y la frontera entre ellas es enormemente porosa: las
cuestiones psicológicas tienen aspectos morales evidentes, y estos últimos se
basan en supuestos básicos de la psicología humana. En conjunto, el libro puede
verse como, en lo fundamental, una iniciación a algunos de los asuntos
centrales de la ética; una iniciación tal vez no muy al uso, pero espero que no
exenta de interés.
Y, sin más preámbulos, pasen y vean.
Juan Antonio Rivera
PREMIO ESPASA DE ENSAYO 2003
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