Μῆνιν ἄειδε θεὰ Πηληϊάδεω Ἀχιλῆος
οὐλομένην, ἣ μυρί᾽ Ἀχαιοῖς ἄλγε᾽ ἔθηκε,
πολλὰς δ᾽ ἰφθίμους ψυχὰς Ἄϊδι προΐαψεν
ἡρώων, αὐτοὺς δὲ ἑλώρια τεῦχε κύνεσσιν
οἰωνοῖσί τε πᾶσι, Διὸς δ᾽ ἐτελείετο βουλή,
ἐξ οὗ δὴ τὰ πρῶτα διαστήτην ἐρίσαντε
Ἀτρεΐδης τε ἄναξ ἀνδρῶν καὶ δῖος Ἀχιλλεύς.
Canta, ¡oh, diosa!, la cólera del Pelida Aquiles, cólera funesta, que innumerables males causó a los aqueos, arrojó al Hades muchas almas valerosas de héroes, y sus cuerpos dejó como despojo para perros y aves todas. Y así el plan de Zeus se iba cumpliendo, desde que por primera vez se separaron, tras haber peleado, el Atrida, señor de hombres, y el divino Aquiles.
Con estas palabras comienza la primera obra de la literatura occidental: La Ilíada, un poema épico de 24 cantos o rapsodias, con 15.693 versos en total.
Narra un fragmento de la guerra de Troya, originada por el rapto de Paris, príncipe de Troya, de la bella Helena, la esposa de Menelao, rey de Esparta. Éste organiza una expedición para recuperarla, con la ayuda de otros reyes y señores griegos, y asedia Troya durante 10 años, hasta que, utilizando un ardid, el famoso Caballo de Troya, logra entrar en la ciudad y arrasarla.
El poema se centra sólo en 51 días del décimo año, en torno a la cólera de Aquiles, el famoso guerrero casi inmortal, hijo de la diosa Tetis y del rey Peleo, por el desaire de Agamenón, hermano de Menelao y jefe de las tropas griegas, que lo despoja de la esclava Briseida. Aquiles decide retirarse de la batalla hasta que obtenga una reparación adecuada.
Tras diferentes episodios, donde los dioses intervienen a favor de ambos bandos, la trama se retoma con la muerte de Patroclo, el mejor amigo de Aquiles, en manos de Héctor, hermano de Paris y jefe de los ejércitos troyanos. El deseo de venganza hace que Aquiles termine reconciliándose con Agamenón y vuelva a intervenir en la guerra, matando a Héctor y arrastrando su cadáver varias veces alrededor de los muros de la ciudad.
Aquiles se niega a entregar el cuerpo de Héctor, hasta que el padre de éste, el rey Priamo, acude en secreto, arriesgando su vida, al campamento de Aquiles y ruega por la devolución de sus restos. Aquiles, conmovido, los entrega y concede once días a Priamo para los funerales de Héctor, al final de los cuales el ejército griego continuará con la batalla.
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