DISCURSO FÚNEBRE DE
PERICLES
(FRAGMENTOS)
En ese mismo
invierno los atenienses, siguiendo la costumbre tradicional,hicieron las
ceremonias fúnebres en honor de los que primero habían muerto en esta guerra. (…)
En honor de estos primeros muertos fue elegido para hablar Pericles, el hijo de
Jantipo, y una vez que IIegó el momento oportuno, avanzando desde el sepulcro a
la tribuna que se había hecho muy elevada para que pudiera ser oído por la
multitud a la mayor distancia posible, habló así:
La mayoría de
los que han pronunciado discursos en este lugar elogian al que añadió a la
costumbre tradicional esta oración fúnebre, por ser hermoso que fuera
pronunciada en honor de los soldados muertos en la guerra que reciben sepultura.
A mí, en cambio, me parecería suficiente que ya que han sido de hecho unos
valientes, les honráramos también de hecho, de la manera que veis ahora mismo
en esta ceremonia fúnebre celebrada públicamente; (…)
Y el estado, en su mayor parte, lo hemos
engrandecido nosotros mismos, los que vivimos todavía, y sobre todo los de edad
madura; y hemos hecho nuestra ciudad muy poderosa en la guerra y en la paz en
todos los aspectos. (…) Mostraré, lo primero, la política mediante la cua
Ilegamos a adquirirlas, y el sistema de gobierno y la manera de ser por los
cuales crecieron, y pasaré después al elogio de nuestros muertos, pues creo que
en la ocasión presente no es inadecuado que estas cosas sean expuestas, y es
conveniente que todo esta reunión de ciudadanos y extranjeros las escuche.
Disfrutamos de
un régimen político que no imita las leyes de los vecinos; más que imitadores
de otros, en efecto, nosotros mismos servimos de modelo para algunos. En cuanto
al nombre, puesto que la administración se ejerce en favor de la mayoría, y no
de unos pocos, a este régimen se lo ha llamado democracia; respecto a las
leyes, todos gozan de iguales derechos en la defensa de sus intereses
particulares; en lo relativo a los honores, cualquiera que se distinga en algún
aspecto puede acceder a los cargos públicos, pues se lo elige más por sus
méritos que por su categoría social; y tampoco al que es pobre, por su parte,
su oscura posición le impide prestar sus servicios a la patria, si es que tiene
la posibilidad de hacerlo.
Tenemos por
norma respetar la libertad, tanto en los asuntos públicos como en las
rivalidades diarias de unos con otros, sin enojarnos con nuestro vecino cuando
él actúa espontáneamente, ni exteriorizar nuestra molestia, pues ésta, aunque
innocua, es ingrata de presenciar. Si bien en los asuntos privados somos
indulgentes, en los públicos, en cambio, ante todo por un respetuoso temor,
jamás obramos ilegalmente, sino que obedecemos a quienes les toca el turno de
mandar, y acatamos las leyes, en particular las dictadas en favor de los que
son víctimas de una injusticia, y las que, aunque no estén escritas, todos
consideran vergonzoso infringir.
Y además nos
hemos procurado muchos esparcimientos del espíritu, pues tenemos juegos y
sacrificios anuales y hermosas casas particulares, cosas cuyo disfrute diario
aleja las preocupaciones; y a causa del gran número de habitantes de la ciudad,
entran en ella las riquezas de toda la tierra, y así sucede que la utilidad que
obtenemos de los bienes que se producen en nuestro país no es menos real de la
que obtenemos de los demás pueblos. (…)
Amamos
el arte y la belleza sin desmedirnos, y cultivamos el saber sin ablandarnos. La
riqueza representa para nosotros la oportunidad de realizar algo, y no un
motivo para hablar con soberbia; y en cuanto a la pobreza, para nadie
constituye una vergüenza el reconocerla, sino el no esforzarse por evitarla.
Los individuos pueden ellos mismos ocuparse simultáneamente de sus asuntos
privados y de los públicos; no por el hecho de que cada uno esté entregado a lo
suyo, su conocimiento de las materias políticas es insuficiente. Somos los
únicos que tenemos más por inútil que por tranquila a la persona que no participa
en las tareas de la comunidad.
Somos nosotros
mismos los que deliberamos y decidimos conforme a derecho sobre el estado, pues
no creemos que lo que perjudica a la acción sea el debate, sino precisamente el
no dejarse instruir por la discusión antes de llevar a cabo lo que hay que
hacer. Y esto porque también nos diferenciamos de los demás en que podemos ser
muy osados y, al mismo tiempo, examinar cuidadosamente las acciones que estamos
por emprender; en este aspecto, en cambio, para los otros la audacia es
producto de su ignorancia, y la reflexión los vuelve temerosos. Con justicia
pueden ser reputados como los de mayor fortaleza espiritual aquellos que,
conociendo tanto los padecimientos como los placeres, no por ello retroceden
ante los peligros.
También por
nuestra liberalidad somos muy distintos de la mayoría de los hombres, ya que no
es recibiendo beneficios, sino prestándolos, que nos granjeamos amigos. El que
hace un beneficio establece lazos de amistad más sólidos, puesto que con sus
servicios al beneficiado alimenta la deuda de gratitud de éste. El que debe
favores, en cambio, es más desafecto, pues sabe que al retribuir la generosidad
de que ha sido objeto, no se hará merecedor de la gratitud, sino que tan sólo
estará pagando una deuda. Somos los únicos que, movidos, no por un cálculo de
conveniencia, sino por nuestra fe en la liberalidad, no vacilamos en prestar
nuestra ayuda a cualquiera. (…)
He
dicho, cumpliendo la Ley, lo que era pertinente, y los que enterramos han
recibido ya los honores funerarios. (…)Y ahora, una vez que habéis hecho las lamentaciones
funerarias en honor de los suyos cada uno, podéis marcharos.
Tucídides, Historia de la Guerra
del Peloponeso
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