viernes, 16 de diciembre de 2016

ME ENCANTA LA NAVIDAD


Toda ella: decorar el árbol y cantar en el coro y hornear galletas y envolver los regalos.  Incluso me gustan las partes que la mayoría de la gente odia: ir de compras a los atestados  entros comerciales y leer los boletines de noticias navideños que me envían la familia y los amigos e ir a ver a la familia y esperar junto a la cinta de los equipajes en el aeropuerto.
Está bien, he mentido. A nadie le gusta esperar junto a la cinta de los equipajes en el aeropuerto. Sin embargo me encanta ver a la gente salir de los aviones, y el muérdago y las velas, y el ponche de leche y huevo y los villancicos.
Pero, sobre todo, me encantan las historias y las películas sobre la Navidad. Está bien, he mentido de nuevo. No me encantan todas las historias y las películas sobre la Navidad. Que Bello Es Vivir, por ejemplo, y “El Abeto” de Hans Christian Andersen.
Pero me encanta De Ilusión también se Vive y El Árbol de Navidad que no Fue Decorado de Christopher Morley y el poema de Christina Rosetti Pleno Invierno. Mi familia ve Juegos de Amor en la Universidad e Historias de Navidad cada año, y nosotros leemos en voz alta El Traje para la Nieve de las Navidades Pasadas de George V. Higgins cada Nochebuena, y buscamos ansiosamente nuevos clásicos que añadir a nuestras tradiciones.
No hay muchos. Eso se debe a que las historias de Navidad son mucho más difíciles de escribir de lo que parece, en parte porque el tema es más bien limitado y la gente lleva escribiéndolas desde hace cerca de dos mil años, de modo que simplemente han agotado todas las variaciones posibles de muñecos de nieve, Santa Claus y pastores.
Se han contado historias desde el punto de vista del cuarto rey mago (que fue asaltado camino a Belén), el posadero, la esposa del posadero, la muía y la estrella. Ha habido historias acerca de los Santa Claus de los grandes almacenes, falsos Santa Claus, Santa Claus quemados, Santa Claus sustitutos, Santa Claus reluctantes y Santa Claus sometidos a dieta, sin decir nada de la esposa de Santa Claus, sus elfos, sus renos, y Rudolph. Hemos tenido nacimientos en Navidad (¡por supuesto!), muertes, separaciones, encuentros, líos, intentos de suicidio y enfermedades de todo tipo. Y Navidad en Hawai, en China, en el pasado, en el futuro y en el espacio profundo. Hemos oído hablar de pastorcillos, de reyecitos magos, de angelitos y del ratoncito que no hacía ruido. No hay mucha cosa que no se haya dicho ya.
Además, el escritor de historias de Navidad tiene que caminar por la cuerda floja entre el sentimentalismo y el escepticismo, y la mayoría de escritores terminan cayendo en el cinismo o en la más empalagosa simpleza.
Y sí, estoy hablando de Hans Christian Andersen. Él inventó la ultrasensiblera historia lacrimógena, cuya trama Máximo Gorki, en un arranque de acrimonia, describió como tomando a una pobre niña o niño y abandonándolo «para que se helara en algún lugar debajo de una ventana, detrás de la cual suele haber un árbol de Navidad que arroja su radiante esplendor sobre él». Desamparadas muchachitas, firmes soldados de hojalata, incluso muñecos de nieve (fundidos, no helados) se enfrentan a un destino que ninguno de ellos (ni nosotros) merecemos, especialmente en Navidad.
Nadie, antes de la llegada de Andersen, había pensado en escribir unas historias de Navidad tan deprimentes. Ni siquiera Dickens, que había matado a un respetable número de niños en sus libros, mató al Pequeño Tim. Pero Andersen, al parecer proclive a estropear las vacaciones a todo el mundo, congelaba a los inocentes niños, fundía los leales juguetes hasta convertirlos en masas de plomo, y talaba inofensivos abetos que simplemente estaban allí tan tranquilos en el bosque, ocupados de sus propios asuntos, para convertirlos en leña.
Peor aún, inspiró a docenas de imitadores, que se dedicaron a matar piadosos niños (algunos de los cuales, debo admitir, eran absolutamente insufribles y merecían morir) y otra pobre gente durante todo el resto de la época victoriana (...)
Así que, ¿hay alguna buena historia de Navidad ahí fuera? Apuesten a que sí, empezando con la original. El relato de la primera Navidad (ya saben, el niño en el pesebre) tiene todos los elementos de una gran historia: dramatismo, peligro, efectos especiales, sueños y advertencias, traiciones, escapadas por los pelos y —combinada con la historia de la Pascua— el más feliz de todos los finales.
Y tiene grandes personajes: José, que se ve superado por lo que ocurre a su alrededor pero hace todo lo que puede; los reyes magos, que esperan un palacio y encuentran un establo; el vil Herodes que decía: «Cuando encontréis a ese rey, decidme donde está a fin de que pueda ir a adorarle», y enviaba luego a sus esbirros a intentar matar al niño; el ambivalente posadero, y María, con sus catorce años, que reflexionaba sobre todo ello en lo más profundo de su corazón. Es una gran historia…, no es extraño que haya durado dos mil años.
Las modernas historias de Navidad que me gustan  incluyen El Regalo de los Magos de O’Henry, El Viaje de los Magos de T. S. Eliot, y La Mejor Representación de Navidad de todos los Tiempos de Barbara Robinson, acerca de una representación de Navidad en una iglesia invadida por una pandilla de gamberros llamados los Vaqueros. Los Vaqueros intimidan a todo el mundo y fuman y maldicen y acuden solamente porque han oído que después hay refrescos. Y transforman lo que era una tranquila y aburrida representación de Navidad en algo extraordinario.
Puesto que soy escritora de ciencia ficción, me siento inclinada por supuesto hacia las historias de Navidad de ciencia ficción. La ciencia ficción siempre ha tenido la habilidad de hacernos ver el mundo desde un ángulo distinto, y la Navidad no es una excepción. La ciencia ficción ha contemplado la primera Navidad desde una nueva perspectiva (el clásico de Michael Moorcock He aquí el Hombre) y bajo un nuevo envoltorio (Oscura Concepción de Joe L. Hensley y Alexei Panshin).Nos muestra la Navidad en el futuro (La Huella de una Leyenda de Cyntia Felice) y la Navidad en el espacio (la maravillosa El Regalo de Ray Bradbury). Y se centra en la propia Navidad (la inquietante El Bosque Virgen de Mildred Clingerman).
Mis historias de Navidad de ciencia ficción preferidas son La Estrella de Arthur C. Clarke, que cuenta la historia de la estrella de Navidad que guió a los reyes magos a Belén, y la hilarante historia de Thomas Disch El Compromiso de Santa Claus, en la cual dos intrépidos periodistas de investigación de seis años ponen al descubierto el impresionante escándalo que se esconde detrás de Santa Claus.
También me gustan los misterios. Pensarán ustedes que el asesinato y la Navidad no encajan demasiado bien, pero el marco y la posibilidad de asesinatos conectados con el muérdago/budín de ciruela/Santa Claus ha inspirado a un gran número de escritores de misterio, empezando con Arthur Conan Doyle Y La Aventura del Carbunclo Azul, que implica un ganso de Navidad. Algunos de mis misterios preferidos son El Collar de Perlas de Dorothy Sayers, Asesinato en Navidad de Agatha Christie, y El Día más Corto: Asesinato en la Celebración de Jane Langton. Mi preferida absoluta es la cómica historia de John Mortimer «Rumpole y el Espíritu de la Navidad», que presenta a un viejo y gruñón Scrooge en la figura de un abogado, Horace Rumpole, y su maravillosa esposa, La Que Tiene Que Ser Obedecida.
Las comedias son probablemente mi tipo preferido de historias de Navidad. Me encanta La Navidad de Dancing Dan de Damon Runyon (en realidad me encanta todo lo que escribió Damon Runyon, y si nunca lo han leído, deben ir a ver inmediatamente Ellos y ellas. Lo mismo puedo decir de P. G. Wodehouse, cuyo Jeeves y el Espíritu de la Navidad y Otra Canción de Navidad son puro Wodehouse, lo cual significa que son indescriptibles. Si tampoco han leído nunca a Wodehouse, ¡no saben lo que se han perdido! Escribió más de un centenar de libros: empiecen con cualquiera de ellos). Tanto Runyon como Wodehouse equilibran sentimiento y cinismo, ironía, y el espíritu de la Navidad, la naturaleza humana y los finales felices, sin el menor paso en falso.
Y luego está El Árbol de Navidad que no Fue Decorado de Christoher Morley, escrita claramente como reacción a El Abeto de Hans Christian Andersen. Al contrario que Andersen, Morley comprende que la finalidad de la Navidad es recordarnos no solo el sufrimiento, sino también la salvación. Su historia duele, luego desespera. Y luego regocija.
Casi todas las grandes historias (de Navidad u otras) poseen ese terrible momento en el que todo parece perdido, cuando estás seguro de que las cosas no funcionarán, los tipos malos ganarán, la caballería no va a llegar a tiempo, y ellos (y nosotros) no nos salvaremos (...)
Ese honor (la mejor historia) pertenece a Dickens y su inmortal Canción de Navidad. El rumor de que Dickens inventó la Navidad no es cierto, como tampoco lo es, probablemente, la historia de que, cuando murió, una pobre niña vendedora ambulante sollozó: «¿Dickens ha muerto? Entonces, ¿también ha muerto la Navidad?» Pero debería serlo.
Porque Dickens hizo lo imposible: no solo escribió una obra maestra que captura la esencia de la Navidad, sino una que era lo bastante buena como para sobrevivir a su propia fama. Ha habido un millón, la mayor parte de ellas horribles, de versiones en cine, televisión y musicales, con Scrooge interpretado por todo el mundo, desde Basil Rathbone hasta el Fonz, pero ni siquiera el peor de ellos ha conseguido dañar la maravillosa historia de Scrooge y el Pequeño Tim. Una razón de que sea una historia tan grande es que Dickens amaba la Navidad. (Y no es extraño. Su infancia fue la de Oliver Twist y la Pequeña Dorrit combinadas, sin ningún abuelo cariñoso o Arthur Clennam a la vista. Toda su vida adulta debió de parecer como una gran Navidad). Creo que uno tiene que amar la Navidad para escribir sobre ella.
Por otra parte, sabía mucho acerca de la naturaleza humana. Recordar el pasado, ver realmente el presente, imaginar las consecuencias de nuestras acciones en el futuro, son la forma por la cual crecemos y cambiamos. Dickens conocía esto años antes de Freud.
También sabía mucho acerca de escribir. La trama es sensacional, los diálogos estupendos, y la frase que abre el libro: «Dígase para empezar que Marley estaba muerto…» es superada tan solo por «Llámame Ismael» como una de las grandes primeras frases de la literatura. Sabía también cómo terminar las historias, y que se supone que las historias de Navidad tienen finales felices.
Finalmente, la historia nos emociona porque deseamos creer que la gente puede cambiar. No lo hace. Todos hemos aprendido por la amarga experiencia (aunque probablemente no tan amarga como la de Dickens) que el mundo está lleno de avarientos y ladrones, que Scrooge sigue siendo Scrooge hasta el final, y nadie alzará un dedo para ayudar al Pequeño Tim.
Pero la Navidad es acerca de alguien que creía, pese a las pruebas abrumadoras, que la humanidad es capaz de cambiar y digna de ser redimida. Y la historia de la Navidad de Dickens es de hecho «la» Historia de la Navidad. Y el endurecido corazón que se abre al final es el nuestro.
Si parezco apasionada (y a veces susceptible) acerca de las historias de Navidad, es porque lo soy. Me encanta la Navidad, con toda su complejidad e ironía, y me encantan las historias sobre la Navidad (...)
Espero que les gusten. ¡Y espero que tengan una muy feliz Navidad!

Connie Willis

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