Ese es el nombre que da
Christine al Fantasma de la Opera cuando lo conoce. ¡Qué decir de un musical
que lleva 30 años en la cartelera! Os dejo con yn fragmento de la novela de
Gaston Leroux, y dos vídeos del musical, uno promocional y el otro una
actuación en directo de la compañía este verano
Hace tres meses que lo oía sin
verlo. La primera vez que lo oí, creí como usted, que esa voz adorable que se
había puesto de pronto a cantar a mi lado, cantaba en el camarín contiguo. Salí
del mío y lo busque por todas partes, pero fue en vano, porque "la
voz" sólo se oía dentro de mi camarín, que, como usted sabe, está aislado.
Y no solamente cantaba, sino que me hablaba, respondía a mis preguntas como una
verdadera voz de hombre, con la diferencia de que era bella como la voz de un
ángel. ¿Cómo explicar tan increíble fenómeno? Yo no había dejado de pensar
nunca en el Ángel de la Música que mi pobre padre me habla prometido enviarme
así que muriese. Me atrevo a hablar de semejante niñería, Raúl, porque usted
conoció a papá, que lo quería a usted, porque cuando niño usted creía como yo
en el Ángel de la Música y estoy segura que no sonreirá ni se burlará de esto.
Yo conservaba, amigo mío, el alma tierna y crédula de la pequeña Lota y no era
la compañía de la señora Valerius la que me hubiera modificado.
Yo tomé mi pequeña almita blanca
entre mis manos ingenuas y se la ofrecí a "la voz de hombre",
creyendo ofrecérsela al Ángel. La culpa la tuvo, en parte, mi madre adoptiva, a
la que no oculté nada del inexplicable fenómeno. Ella fue la primera en
decirme: "Debe ser el Ángel, en todo caso, bien puedes
preguntárselo." Eso fue lo que hice y la "voz de hombre" me
respondió que, en efecto, era la voz del Ángel que yo esperaba y que mi padre
moribundo me había prometido enviarme. A partir de ese momento una gran
intimidad se estableció entre "la voz" y yo, y tuve en ella una confianza
absoluta. Me dijo que habla descendido a la tierra para hacerme conocer las
alegrías supremas del arte eterno y me pidió permiso para darme lecciones de
canto todos los días. Consentí en ello con ardor ferviente y no falte a ninguna
de las citas que me daba en mi camarín, a primera hora, cuando este rincón de
la Opera está desierto. Fueron lecciones celestiales. Parecía, amigo mío, que
"la voz" sabía exactamente el punto de mis estudios en que me habla
dejado mi padre y qué sencillo método había empleado. De tal manera que recordando
mi garganta todas las lecciones pasadas y beneficiándose a la vez de las
presentes, hizo progresos prodigiosos y tales que, en otras condiciones,
hubieran exigido años.
Tenga en cuenta, amigo mío, que
soy algo débil, y que mi voz, en un principio, tenla poco
carácter; las notas bajas estaban poco desarrolladas, las agudas eran algo duras y las centrales un poco veladas. Mi padre había combatido y vencido durante un momento esos defectos, pero "la voz" los venció definitivamente. Poco a poco el volumen de los sonidos fue aumentando en proporciones que mis fuerzas no permitían esperar; aprendí a darle a mi respiración mayor amplitud. "La voz" me confió, sobre todo, el secreto de desarrollar las notas de pecho en una voz de soprano. Por último, ella envolvió todo en el fuego de la inspiración, despertó en mí una vida ardiente, devoradora, sublime. "La voz" tenía la virtud, al hacerse oír, de elevarme hasta ella. Me ponía al unísono de sus transportes sublimes. El alma de "la voz" habitaba en mi boca y desataba en ella la armonía.
carácter; las notas bajas estaban poco desarrolladas, las agudas eran algo duras y las centrales un poco veladas. Mi padre había combatido y vencido durante un momento esos defectos, pero "la voz" los venció definitivamente. Poco a poco el volumen de los sonidos fue aumentando en proporciones que mis fuerzas no permitían esperar; aprendí a darle a mi respiración mayor amplitud. "La voz" me confió, sobre todo, el secreto de desarrollar las notas de pecho en una voz de soprano. Por último, ella envolvió todo en el fuego de la inspiración, despertó en mí una vida ardiente, devoradora, sublime. "La voz" tenía la virtud, al hacerse oír, de elevarme hasta ella. Me ponía al unísono de sus transportes sublimes. El alma de "la voz" habitaba en mi boca y desataba en ella la armonía.
Al cabo de pocas semanas no me
reconocía cuando cantaba!... Estaba asustada; tenía miedo de que hubiese oculto
en aquello un sortilegio; pero la señora Valerius me tranquilizó.
Mis progresos eran un secreto,
que, por orden de "la voz", sólo conocíamos la señora Valerius y yo.
Cosa curiosa, fuera del camarín, cantaba con la voz de todos los días y nadie
se daba cuenta de nada. Hacía todo lo que me decía "la voz". Ella me
decía: "Es preciso esperar... Tenga fe... ¡Vamos a sorprender a
París!". Y esperaba. Vivía en una especie de sueño extático en el que
obedecía a "la voz
Gastón Leroux, El Fantasma de la Ópera
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