De cuento a cuento, y tiro porque me toca.
Hay una vieja historia de un fabricante de muñecos que nunca tuvo
un hijo, así que hizo una marioneta tan llena de vida que parecía un niño de
verdad. El fabricante se colocaba al niño de madera en el regazo y le hablaba y
fingía que era su hijo. No estaba loco (seguía sabiendo que era un muñeco), y
lo llamó Pinehead, Cabeza de Pino.
Pero un día vino un dios y tocó al muñeco y
éste cobró vida, y cuando el fabricante le habló, Pinehead respondió. El hombre
nunca confió a nadie su secreto. Mantenía en casa a su hijo de madera, pero le
contaba todos los cuentos que podía aprender y todas las noticias de las
maravillas que sucedían bajo el cielo.
Entonces, un día, el muñequero volvía a
casa del muelle con relatos de una tierra distante que acababa de ser
descubierta, cuando vio que su casa estaba ardiendo. Inmediatamente, echó a
correr y trató de entrar en la casa gritando: «¡Mi hijo! ¡Mi hijo!». Pero sus
vecinos lo detuvieron, diciendo: «¿Estás loco? ¡No tienes ningún hijo!».
Él vio
su casa arder hasta consumirse, y cuando acabó se internó en las ruinas y se
cubrió con cenizas calientes y lloró amargamente. No quería recibir consuelo.
Se negó a reconstruir su tienda. Cuando la gente le preguntaba, decía que su
hijo había muerto. Se ganaba la vida haciendo trabajillos para otras personas,
y éstas le compadecían porque estaban seguros de que el fuego le había vuelto
loco.
Entonces, un día, tres años más tarde, un pequeño niño huérfano se le
acercó, le tiró de la manga y dijo: «Padre, ¿no tienes un cuento para mí?».
Orson Scott
Card, Ender el Xenocida
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