Continúa el Carnaval...
Eleonora se
estaba congelando con su disfraz de romana. Una túnica blanca fruncida en el
pecho por una cinta dorada apenas cubría su piel que, en aquel momento, estaba
totalmente de gallina. Sus sandalias doradas tampoco ayudaban demasiado en
aquella noche gélida, a pesar de que en la suntuosa fiesta de disfraces habían
habilitado grandes estufas que mitigaban un poco la congelación de los dedos de
sus pies, totalmente al descubierto. Se abrigó con la capa de piel sintética
que había cogido para completar su atuendo, y golpeó el suelo con las sandalias
para entrar en calor. Miró su copa de Lambrusco. Estaba vacía. ¿Dónde se había
metido su acompañante? Levantó la cabeza, aprovechando para lucir el tocado de
trenzas y moño que tanto trabajo le había costado elaborar en su fino cabello
oscuro. El antifaz se bajó y le impidió ver. Estaba harta del antifaz. Se le
había caído ya dos veces. La goma se desprendía del pequeño agujero y ella
estaba demasiado borracha para hacerle un nudo decente. Así que se lo quitó un
momento para buscar a su amigo Luigi, perdido entre tanta gente que bailaba y
gritaba con serpentinas y confeti colgando de los diferentes disfraces. Empezó
a moverse trabajosamente entre máscaras venecianas, leones de cobre que la
saludaban con gestos mudos, payasos diabólicos que reían y le intentaban
descolocar el peinado, figuras estáticas de caballeros empolvados que bebían
Campari. La música tecno atronaba la plaza y el sonido rebotaba en el Castillo
de San Ángelo, que parecía sumido en su eterna calma de siglos.
Vicente Garrido, Martyrium
No hay comentarios:
Publicar un comentario