Los héroes de hoy, como los antiguos, también van armados con una
lanza para matar al dragón que tiene cautiva a una bella princesa. En este caso
la lanza es el teléfono móvil, que concede al adolescente un gran poder. El
whatsapp transforma al cobarde en valiente, al tímido en audaz, al tonto en
listo, al tipo duro en un castigador ilimitado, solo que en estos ritos de
iniciación también las princesas cautivas usan la misma arma y ya no necesitan
ayuda de ningún héroe para escapar del dragón. Tanto ellos como ellas saben que
sin el móvil no son nada. No creo que exista ningún adolescente que al darse
cuenta en medio de la noche de que ha olvidado el móvil no se sienta un
guerrero desnudo, desarmado y trate de recuperar a toda costa su lanza. La esencia
de esta nueva arma es la inmediatez. En los whatsapps la rapidez en responder a
las llamadas es más determinante que el contenido de los propios mensajes. Si
no contestas de forma instantánea puedes quedar fuera de combate, puesto que
los mensajes de la amiga, del amante, del novio, del desconocido se acumulan,
se superponen y serás inmediatamente suplantado. Tener el móvil apagado
engendra una suspicacia morbosa en la pareja, que puede desembocar en una
tormenta de celos si no estás permanentemente conectado. Antes los enamorados
se eternizaban en la despedida por el viejo teléfono. Cuelga tú; no, cuelga tú;
anda, cuelga tú. En cambio, hoy los móviles se diseñan para poder expresar una
idiotez cada día un segundo más rápido. La neurosis de los mensajes
superpuestos, inmediatos ha llegado al extremo de que muchos adolescentes y
también adultos perciben que les vibra el móvil en el cuerpo aunque lo hayan
dejado en casa. Esta falsa vibración es un síndrome de la necesidad de esa
llamada, de esa respuesta, real o imaginaria, que se espera con angustia, sin
la cual uno se siente solo en el mundo.
Manuel Vicent,
El País, 16 de Junio de 2013
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